Semana Trascendental (II)

57.4K 2.5K 3.9K
                                    

¿Por qué estaba esta nota del poeta en el suelo? ¿Laurita sabe quién es y no me lo ha contado? ¿Habrá quedado con él? Espera... ¿Y si Sandra guarda relación con el poeta y ha estado fastidiando desde el principio para aislar a mi cuñada como ahora? No, no puede ser. Es un plan demasiado rebuscado para una persona como ella y habría aprovechado el día del encuentro a solas en el tejado. ¿Esto tendrá que ver con lo que le ha ocurrido a Mario o es mera coincidencia? ¿Y qué ha pasado con ese idiota? ¡Me volveré loca! Tengo que centrarme. Laurita es mi prioridad, debo encontrarla y debo descartar que Sandra esté involucrada.

Tropiezo con varios compañeros que entran en el aula en plena carrera. Nada me detiene hasta el grupo de Sandra, un grupo que reúne a gran parte de la carroña del instituto, un grupo de repetidores como ella que ha repetido curso dos veces y por el que yo pasé.

—¡Eh! ¿Dónde está Sandra? —pregunto con cierta agresividad en la puerta para que los pocos que hay noten mi presencia.

—Seguro que fumándose un porro en alguna parte —responde uno de esos mequetrefes a modo de broma, pero la idea no es descabellada al tratarse de ella.

El tejado es la alternativa que se me ocurre. Mientras me dirijo hacia allí, llamo a Laurita y le envío un mensaje, aunque intuyo que tendrá su teléfono en silencio y que no lo verá. Los pasillos se despejan, no me libraré de llegar tarde a clase. Accedo al exterior casi sudando a causa de tanta agitación. Ahí la veo, ahí está Sandra apagando un cigarrillo contra la pared. Lo hace en el sitio habitual, donde reposan las múltiples marcas acumuladas en todos estos años de instituto. La paranoia de que haya usado la delicada piel de Laurita como cenicero, cosa que hizo una vez conmigo y que derivó en que le partiera la boca, provoca que la salude empujándola bruscamente por el hombro.

—¿Dónde está? ¿Qué le has hecho? —pregunto furiosa.

—¿Qué coño haces? ¿De qué hablas? —Me encara.

—Conmigo no te hagas la desentendida porque te conozco demasiado bien. ¿Qué le has hecho a mi cuñada?

—¿Tu cuñada? Espera, espera, ¿hablas de esa niña con cara de retrasada y flequillo de princesita Barbie? —Su fiereza se transforma en una burla tóxica.

—No te permitiré que la insultes. ¡Contéstame de una vez! —exijo.

—Estás fatal, Ana. Empiezas a valerte de cualquier excusa para buscarme. ¿Me ves cara de asesina profesional para hacer desaparecer un cuerpo en el insti? ¡Qué buena estima me sigues teniendo! No lo tenía muy claro, pero ahora sé que esa tontita retrasada está vinculada contigo. —Entonces no ha tenido nada que ver. Sandra me lo habría insinuado por tal de joderme.

—Ni se te ocurra acercarte a ella porque te dejaré irreconocible —le advierto.

—Tus amenazas no me dan miedo, Bruma. —Tan rápido como habla, me toma de la cintura y me lanza contra la pared. Clava su pierna entre las mías, me retiene. Antes de que pueda reaccionar, restriega sus labios con los míos. Ese maldito sabor a cigarrillo tan detestable. Me quedo paralizada por unos segundos como si fuera víctima de un veneno paralizante, hasta que recupero la consciencia y le muerdo el labio. Saboreo su sangre—. ¡Ah!

—¡¿Qué coño crees que haces?! —le grito y la aparto.

—Recordar lo que es mío. Veo que no pierdes viejas costumbres —dice sonriente y juega con la gota de sangre que le brota.

—¡Eres una puta loca! Me das asco, Sandra —digo alterada.

—Bien que te gustaba cuando te metía la lengua hasta la garganta. —La odio. Odio que reavive toda esa mierda.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora