—¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres dormir ya? —le pregunto ansiosa.
¿Qué me hago yo ahora? ¿Cómo calmo mi agitación? ¿Es que ella no se da cuenta de que ha prendido una llama? No, más bien soy yo la que debería ser consciente de que estoy yendo demasiado lejos. No tengo ningún derecho a exigirle más. Me conformaría con sentir algo presionando entre mis piernas. El deseo me está matando.
—Estoy cansada, Ani. ¿Qué más quieres hacer? —¿Qué más? Creo que era obvio. ¿Cómo puede estar tan tranquila?
—Bueno, no sé. Cosas de amigas y cuñadas. Hablar un poco. —Lo que quiero es que sigamos con ese jueguecito, pero cómo se lo digo sin que suene mal.
—Vale, acuéstate y hablemos hasta dormirnos. —Capto el mensaje, se acabó la diversión.
Me tumbo a su lado y nos posicionamos cara a cara. Es verdad que luce agotada por esos párpados que se le caen solos, pero yo estoy demasiado espabilada. Su incienso no me hace efecto. Capturo mis manos entre mis piernas como medida auxiliar para cubrir mi necesidad.
—¿No tienes algo que decir? —le pregunto.
—¿Sobre qué? —Se hace la desentendida.
—Es que no sé si mi remedio te funcionó o no —digo y se ríe.
—Claro que sí, pero me querías matar de sobredosis. Todo en su justa medida, ¿no te parece?
—Ya, pero no sé cuáles son tus justas medidas.
—Tendrás que descubrirlas. —Ahí está esa sonrisita picarona.
—Pienso hacerlo. Tú también deberías conocer mis justas medidas, tolero dosis más altas —digo como si presumiera de mis niveles pasionales y se echa a reír.
—Ya las conozco y creo que bastante bien. Me parece que eres tú la que no se conoce como piensa —dice y me resulta un tanto irritante. ¿Qué puede saber ella? Solo es una niña inocente que huye a la mínima y no termina lo que empieza.
—No me digas. —Fluye mi sarcasmo.
—¿No me crees?
—Pues no, siento decírtelo. Intentas parecer madurita, pero eres una niña —digo y enseña los dientes otra vez. Estoy por pensar que se burla de mí.
—Soy una niña, pero sé lo que significa la adicción. Los adictos siempre quieren más y les cuesta parar. Piensa en ello. —Sus palabras me silencian.
¿Me ha llamado adicta? ¿Y adicta a qué exactamente? Si es que tendrá razón y todo. Padezco de dificultades para detenerme cuando me acaloro demasiado. ¿Pero soy una adicta por eso? ¿Soy una adicta porque me gusta terminar lo que empiezo? ¿Soy una adicta por querer disfrutar de lo que me enciende? Joder, Laurita, ahora no sé si hago bien o mal. Yo con mis manos entre mis piernas y tú con las tuyas bajo tu cara. Está claro quién pide más dosis.
—No te enfades, Ani. No he dicho nada con la intención de incomodarte. —Me debió delatar mi expresión de irritada y mi mutismo.
—No me enfado. Será mejor que durmamos ya. —Le voy a demostrar que también puedo ser dura.
—Como quieras. Buenas noches. —Toca mis labios con los suyos. ¿Me va a decir que eso no es adicción?
—Buenas noches, Laurita. —La sorprendo respondiendo con otro pico. Ya que jugamos cariñosamente, pues hagámoslo al mismo nivel.
Me mira extrañada y regresa fugaz a mi boca. ¿Y soy yo la adicta?
—¿Por qué repites? —pregunto para dejarla en evidencia.
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La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]
RomanceTras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres me permitieron vivir sola con mi novio e incluso me asignaron una paga mensual. Mis únicas obligaciones consistían en estudiar y ayudar a m...