Paseo en patines (I)

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—Pero abre el paquete, aunque no digas nada. No te quedes ahí como una planta —bromea Laura.

—Espera, espera, espera. ¿Has preparado todo esto? ¿Me has comprado unos patines? —pregunto asombrada.

—Pues claro. Los pedí el lunes después de verte triste. Pensé que hacer algo diferente te levantaría los ánimos —confiesa Laurita. Esto significa que lo tenía todo planeado. ¿Por eso no quería que me fuera de la casa? ¿Me habría perdido su sorpresa de haberme ido como una idiota rencorosa y dolida?

—Joder, Laurita. Gracias por pensar en mí —digo emocionada.

—¿Cómo no hacerlo? Eres importante para mí. —No podría tener mejor cuñada—. ¿Pero no piensas abrir la caja? ¿Es que me vas a dar plantón como en una cita?

Me hace reír con sus gestos de niña caprichosa.

—Imposible darte plantón a ti. A ver, abriré esto. —Coloco la caja en el sofá y empleo un bolígrafo para romper la cinta adhesiva. Aunque ya sé lo que contiene, me sigue haciendo ilusión desvalijar el regalo de mi cuñada. Ahora la que parece una niña soy yo sacando el relleno de polietileno. Enseguida sostengo los patines. Son rojos y negros—. ¡Qué bonitos!

—Viene con las protecciones incluidas. ¿Te gusta el color? —me pregunta.

—Sí, mucho.

—Lo escogí pensando en ti. Me pareció que te pega el rojo, el color del amor y la pasión —me dice y la que se pone roja es ella.

—¿Qué te llevó a esa conclusión? —le pregunto con cierta malicia. Necesito saber su argumento.

—Bueno... —titubea y se sonroja más, es como una fresita. Creo que por primera vez me doy cuenta de que me encanta ver que se ponga así—. Porque eres cariñosa y me gusta tu pelo. Sí, eso, tu pelo también influyó en mi decisión. —Del cobre al rojo hay un salto, pero bueno... Tenía la sensación de que diría otra cosa.

—A mí me parece que te viste en el espejo tal y como estás ahora, roja como un tomate. ¡Ja, ja! ¿Por qué te pones así? —La inquieto y me divierte.

—Porque... tengo calor —justifica—. Vamos, deja de hacerme preguntas y ponte los patines. Estoy por pensar que tienes miedo.

—Es que nunca he patinado. —Me ha descubierto.

—Yo te enseñaré. Patino desde pequeña, así que estarás en las manos de una experta. ¿Confías en mí? —Me guiña el ojo y me muestra la lengua.

—Vale, vale. Voy a cambiarme. —No tiene que esforzarse más para convencerme. Me siento entusiasmada. Me levanto con un brinco y casi corro, pero antes me detengo a su lado y la beso en la cara—. Gracias por todo esto.

—No tienes que dármelas. Te espero. —La sonrisa de Laura me impulsa hasta mi habitación.

Me desvisto en segundos. No le daré tiempo a aburrirse. Me pongo mis mallas y mi camiseta de tirantes en un suspiro, hasta caigo en la cama por las prisas y me río tontamente de mí misma. ¿Quién me hubiera dicho que la idea de salir a patinar con Laura me revitalizaría de esta manera? No sé si es la idea en sí de salir con ella, la sorpresa que me ha dado o todo en conjunto lo que me ha devuelto esta vitalidad. Antes de salir del cuarto me miro en el espejo y me retoco los cabellos. Espero verme medianamente bien.

—¡Lista! —anuncio al regresar al salón—. ¿Cómo van estas cosas?

—¡Qué rápida! —exclama Laura—. Deja que te eche una mano.

Mientras me pongo las muñequeras, ella me ayuda con las rodilleras. Nunca había usado equipo de protección; hoy lo estrenaré con mis caídas, estoy segura.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora