Cita de Amigas (II)

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Laura y yo nos acercamos a la orilla, donde la arena parece barro y las olas espumosas mueren; amo su sonido al romper. El agua baña nuestros pies a modo de caricia. Está fresquita, perfecta para meterse y para aplacar el fuego que llevo encima. Me lanzo como un coche sin frenos y me zambullo en cuanto alcanzo un mínimo de profundidad. ¡Qué placer!

Mi temperatura corporal se restablece durante los pocos segundos que permanezco bajo el agua. Emerjo risueña y sacudiendo mis cabellos. Me apetece ver a Laurita tan empapada como yo, así que me restriego los ojos y focalizo. Para mi sorpresa, ella sigue de pie en la orilla.

—¿Qué haces ahí todavía? Te hacía bañándote como una sirena —digo.

—Hace mucho tiempo que no me baño en la playa, quiero disfrutar de cada instante. ¿Es muy hondo ahí donde estás? —me pregunta y me río. No estaré a más de tres o cuatro metros de ella.

—¿Cómo va a ser hondo, bobita? Mira. —Me pongo de pie y el agua me ronda la cintura—. Métete, está buenísima. No tengas miedo, tu salvadora hoy soy yo. —Le guiño el ojo y ríe.

—Vale, voy... —Es todo un espectáculo verla. Se adentra pausadamente como si estuviera metiéndose en una cámara de frío. Pero ese temor, o lo que sea que tenga, se lo quitaré yo. Espero a que el nivel del agua alcance sus rodillas y...

—¡Mójate de una vez! —exclamo y empiezo a salpicarla.

—¡Ah! ¡Ana! —Me divierte su chillido delicado. Se queda paralizada, cubriéndose la cara con los brazos para defenderse de lo inevitable.

Acorto distancia mientras la mantengo en su postura pasiva. He mojado casi todo su cuerpo, no la dejo ni respirar. Ahora la tengo a mi merced.

—¡Al agua! —digo al tiempo que me lanzo sobre ella.

—¡Ana!

Ambas caemos sin equilibrio alguno, pero no por ello la suelto. Mantengo mis brazos alrededor de su torso como si fueran tentáculos para que se sienta segura. Nos embestimos con una ola y nuestros cuerpos se sumergen. Sin embargo, al no ser una zona profunda, nuestras cabezas se mantienen a flote. Me causa mucha gracia ver a Laurita cerrando los ojos e inflando sus mofletes como si fuera un hámster guardando oxígeno de reserva.

—¡Ja, ja, ja! Ya está, pez globo. —Le presiono la cara para que expulse su bolsa de aire y retiro mi brazo de su abdomen. Liberada y consciente de que no se ahogará, se voltea y se pone de frente a mí. Las dos nos mantenemos sumergidas hasta el cuello.

—Eres muy mala conmigo. Tengo el corazón en la boca —me dice como si estuviera enojada, pero sonríe ligeramente.

—Ya, claro. Habló la que me lanzó en patines cuesta abajo.

—Pero eso era diferente. Aquí me puedo ahogar —argumenta como una niña replicando a sus padres.

—Sí, claro. Eres de esas que chapotean y gritan "¡Mami, me estoy ahogando!" cuando se caen en un charco de agua, ¿no? —bromeo y se carcajea.

—Te gusta burlarte de mí. No me... —La callo salpicándole agua en la cara. La risa se apodera de mí. No puedo resistirme a su carita de disgusto forzado.

—¿Decías? —digo entre carcajadas.

—Te vas a... —Recién se había pasado la mano por la cara y vuelvo a silenciarla con otro chorro. Me empieza a doler el abdomen de tanto reírme.

Cuando menos me lo espero, me entra agua por la boca hasta el punto de atragantarme. Sigue una oleada salvaje de salpicaduras que me impide ver y reaccionar. Prácticamente me ahogo.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora