La Fiesta (II)

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La anfitriona de la fiesta camina hacia nosotros. Se contonea como si estuviera en una pasarela de moda. Es cierto que ha sido portada de varias revistas juveniles de moda y que está emprendiendo su carrera como modelo, pero se le ha subido a la cabeza. También es evidente que la han enchufado sus padres, ese éxito sería incapaz de ganarlo por sus propios méritos porque es vomitiva.

En cada paso menea las caderas, las planas caderas huesudas, como si tuviera la cintura desencajada. No tiene ni pechos. No existen diferencias entre ella y un palillo de dientes. Lo único rescatable es su melena rubia y ondulada porque ni siquiera sus ojos azules se salvan de esa cara de alienígena que tiene.

Se aproxima como si fuera una diva. Si se le torciera el tobillo o se le rompiera el tacón sería feliz. Ese saco de huesos haciendo el ridículo me haría reír mucho. Estoy segura de que todavía no ha superado lo de Eric. Él es el único chico que no ha podido conseguir. Hace dos años Eric pudo elegir entre ella y yo. Estefanía, a primera vista, era la mejor opción. Una chica adinerada, aparentemente decente, con futuro. Yo no era más que la buscapleitos del barrio y del instituto, una cría holgazana, rebelde y bastante maleducada. Pero Eric se fijó en mí, me eligió, y empecé a despertar.

—¿Celebrando el día de la pobreza colectiva o la fortuna de poder estar en mi casa? —Así nos entra Estefanía, siendo ella misma desde el primer momento. Me alegro de que vaya a un instituto pijo, no podría soportar su cara y sus comentarios todos los días.

Lleva un vestido rosa corto ceñido a su cuerpo. Le sobran los accesorios de oro. Supongo que para los chicos tiene su encanto y es irresistible, pero... al lado de Laura no es nada.

—No, el de los amigos auténticos, cosa de la que careces —respondo ante el silencio de todos. No me dejaré pisotear porque sea su fiesta y estemos en su casa.

Inclina su cabeza con esa cara de cínica hacia mí. Apoya su mano en su cintura y emplea la otra para acompañar sus palabras con movimientos lentos y constantes.

—¿Tú crees? Solo tengo que chasquear los dedos y cualquiera de todos estos se echaría a mis pies como un perrito —dice Estefanía. Detesto su dedo índice alzándose de un lado a otro como si fuera una jefa dando órdenes.

—Una cosita, Estefanía. Tienes algo aquí. —Me señalo la nariz.

—¿Sí? —pregunta completamente descolocada. Su imagen es su prioridad. Ella no puede permitirse tener una pizca de suciedad encima.

Con cierta discreción, se sacude bajo la nariz con su incordio de dedo índice.

—Sí. Seguro que los restos de los polvos mágicos que tanto te gusta olfatear —digo y mis amigos comparten un estallido de risas que intentan disimular.

Percibo el odio en el rostro de mi enemiga.

—Ja, ja. Qué chistosa ella —dice con su tonito irónico y de pija, acorde a esa voz de pito que tiene—. Propio de ti, eres un chiste en persona. No hay más que mirarte. ¿A dónde vas con esa blusa andrajosa y apestando a borracha? ¡Qué poca clase! Siempre tan hortera. ¿Y en esto se fijó Eric?

Había tardado en sacar el tema. Y me irrita que se meta conmigo, pero pelearme con ella verbalmente me resulta hasta divertido, por eso no me la tomo en serio; además, yo fui la que se quedó con Eric.

—Pues mira tú por dónde que me prefirió antes que a ti. ¿Eso en qué posición te deja? —Se lo restriego en la cara. Me siento muy bien.

A pesar de que mantiene su sonrisa de plástico, me mataría con la mirada si pudiera.

—Por favor, no te lo tengas tan creído. Contigo no tiene ningún futuro. Que se haya quedado contigo significa que tiene un gusto pésimo. Debería darte hasta las gracias por haberme quitado a ese patán del medio. No está a mi nivel. —Se consuela a sí misma con sus mentiras.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora