Los extremos de nuestros labios se rozan. ¿Soy yo? ¿Es ella? ¿Somos ambas? No lo sé, pero sí sé que nuestras bocas exhalan su aliento la una sobre la otra a una distancia casi imperceptible. El propio oleaje nos impulsa, nos empuja a dar ese paso contenido. Nuestros labios inferiores se tocan y se desata un beso tierno. Se repite ese sabor salado que en ella me sabe a miel.
Mis manos quieren penetrar bajo su bikini. Ellas, como si tuvieran vida propia, le apretujan las nalgas, las separan y regresan con la intención de colarse bajo el tejido. Esta no soy yo. Este no es mi cuerpo. Yo no le haría esto a mi cuñada. ¿Y por qué nos estamos besando ahora?
Laurita me desconcierta. No estoy segura de si se restriega en mí por el puro movimiento del agua o de forma intencionada. Y, en medio de sus curiosos meneos, se contrae y emite un sonido mientras nuestras bocas siguen conectadas. Entonces, sus piernas y sus brazos me liberan. También retira sus labios y yo... la tengo que soltar.
Noto la tensión en el ambiente. Ella mantiene la mirada en el agua y yo pienso en lo que acaba de ocurrir, ese acto tan fugaz y atrevido.
—Algo me mordió un pie. Creo que fue un pez —dice Laurita y ondea las manos en el agua.
—Lo que ha pasado... —Busco una aclaración que me tranquilice.
—Era una respiración boca a boca, ¿no? No podía ser otra cosa. Ah, y un pago por el servicio de socorrista —responde y me deja completamente loca.
¿En serio lo ve de esa manera? ¿Qué entenderá por amistad? ¿Y qué le puedo decir? No quiero parecer una malpensada. Tampoco quiero que se sienta mal después de todo lo que me ha contado. "Porque es tu cuñada y tu amiga, ¿no, Ana?", me dicta mi consciencia.
—Te has quedado un poco seria. Fue una pésima idea de pago, ¿verdad? —Ya empieza a lucir su culpabilidad, aunque no sé hasta qué punto diferencia el juego del atrevimiento. Yo tampoco es que lo tenga muy claro. Me divierte todo lo que hago con ella.
—Porque... me sigues debiendo por mi servicio. No soy una socorrista de pacotilla. Pero ya hablaremos sobre cómo me pagarás el resto. Tengo algunas ideas en mente —digo y la tensión se desvanece.
—Haré lo que sea. Solo tienes que pedírmelo —dice risueña—. ¿Seguimos con las clases de nado por ahora?
—Vale, pero déjame por escrito que no me haces responsable si te ahogas por tu torpeza ¡y! nómbrame en tu testamento —bromeo.
—¿Para dejarte qué? No tengo nada de mucho valor —dice sonriente.
—¿Quién dice que no? Tienes un corazón maravilloso. Eso para empezar. Unos labios apasionantes, unos ojos verdes radiantes, un pelazo increíble, un cuerpo irresistible... —Me valgo de mi broma para piropearla.
—Ani... —Se ruboriza.
—Oye, no te hagas ilusiones. Esas cosas tienen valor en el mercado negro —bromeo y me tira agua en la cara—. ¿Qué? Y tus pulmones, tu hígado, tus riñones. Te puedo aprovechar enterita.
—¡Qué mala eres! Vale, puedes hacer lo que quieras conmigo —dice de forma muy sugerente.
—Es bueno saberlo. Por ahora sigamos con tus clases.
***
Laurita y yo permanecimos en el agua un buen rato. Seguí enseñándola a flotar y a mantenerse en el sitio sin apoyarse en el fondo. No había mucha diferencia entre ella y un niño pequeño lanzado al agua por primera vez. Era un nervio flotante.
Después de varios intentos, se valió de sí misma para nadar al estilo del perrito. Estaba muy orgullosa de su logro. Como pez en el agua, quería seguir y seguir disfrutando de su aprendizaje. Esa experiencia se convirtió en un bonito recuerdo para ambas, estoy segura. Las risas y las bromas que compartimos son los síntomas de ese testimonio.
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La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]
RomanceTras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres me permitieron vivir sola con mi novio e incluso me asignaron una paga mensual. Mis únicas obligaciones consistían en estudiar y ayudar a m...