Agresividad

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Me ha quedado una herida en el corazón. ¿Soy la culpable por haberle pedido distancia a Laurita? No es justo. Mi petición no significaba que me dejara en un segundo plano. Ella no valoró que consiguiera tener la tarde libre para nosotras y eso es lo que me duele, pero me lastima más que me sustituyera por Aura. ¿Tan a gusto la hace sentir esa chica?

Mis lágrimas se evaporan, me dan un respiro. Podría pasar el resto de la tarde tirada en la cama, en el sofá o en la ducha llorando desconsoladamente, pero considero que tomar aire fresco me sentará mejor. Necesito despejar mi cabeza y asimilar que mi cercanía con mi cuñada se desvanece tan rápido como surgió.

Me pongo mi ropa de deporte, los auriculares, un buen repertorio de música alegre y salgo a correr. Me gustaría decir que las zancadas me liberan de la opresión en el pecho, pero la realidad es que me causan más fatiga de lo normal. El cielo celeste y despejado se funde con el mar cristalino y yo percibo un día de lluvia. Las canciones, a pesar de ser animadas, entonan versos de deseo y amor que entristecen mis oídos. Las sonrisas de los turistas me huelen a melancolía disfrazada. Esto se convierte en una carrera para afrontar mis grises sentimientos.

Corro. Corro sin cesar. Corro con todas mis fuerzas creyendo que dejaré todo atrás.

La extenuación me vence después de incontables pisotones que buscaban desahogar mi dolor. Sudorosa, sofocada y abatida, me siento en el murete para contemplar la arena y la playa. Es mi última opción para serenarme, para calmar las lágrimas que quieren brotar otra vez. Laurita...

Una mano femenina sostiene un cono de helado de chocolate con trocitos de chocolate delante de mi cara. Por un instante pienso en que mi cuñada me ha encontrado, incluso se me dibuja una ligera sonrisa, pero el tono moreno de la piel arruina mi falsa ilusión. Volteo mi cabeza para descubrir quién es y me quito los auriculares.

—¡Sorpresa! —exclama Angie, la heladera, muy risueña—. Es el que te gustaba, ¿no?

—Hola. Me has sorprendido. Sí, es este, pero no tenías por qué. ¿De dónde has...? —Le sonrío por cortesía y me seco los ojos.

—¿Salido? Has dejado la heladería atrás, te vi pasar. Cógelo, es para ti. No quiero que se derrita como la última vez.

—¡Ay! Gracias. Creo que es lo que necesitaba ahora mismo. —Cojo el cono y ella se sienta a mi lado.

—La verdad es que no tienes muy buena cara. ¿Va todo bien? ¿Has discutido con tu novia? —¿Cómo dice?

—¿Novia? —pregunto desconcertada.

—La chica del otro día. Es tu novia, ¿no? —¿Eh? ¿Cómo puede pensar eso? ¿Nos vería en la playa y malpensaría? Me ruborizo con solo imaginarlo.

—¡No, no! Es mi cuñada —aclaro y lamo el helado.

—Ah, me llevé una impresión errónea... Pues tu cuñada es una buena perra guardiana, sin ofender. Tu novio te tiene bien vigilada —dice manteniendo la vista sobre mí.

—Ella es una buena chica y amiga, por eso estamos tan unidas —digo.

—¿Entonces el problema lo tienes con tu novio? —pregunta Angie.

—¿Por qué lo dices?

—No le has dado importancia y, como te dije, no tienes buena cara. —Es observadora.

—¡Ah, no! Estoy así porque me he excedido corriendo. Y mi novio... Bueno, hemos pasado una pequeña crisis, pero ya está solucionado —respondo.

—Entiendo. No quiero parecerte una entrometida a sabiendas de que soy una completa desconocida. ¿Qué tal si me presento como es debido? Soy Angie.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora