Cicatriz del Alma

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Laurita me transmite todo su afecto en la forma en que me hace el amor. Cada uno de sus amorosos gestos lleva implícito el cariño que siente por mí. La delicadeza de hasta su más salvaje caricia me representa como una obra de arte en sus manos. Nunca pensé que nuestros cuerpos unidos podrían expresarse toda la pasión contenida en nuestros corazones, más que las propias palabras.

El arnés que tiene puesto capta mi atención. El consolador negro me causa cierta gracia. Mi curiosidad me conduce a tocarlo. Textura gomosa y muchos fluidos míos.

—¡Qué traviesa eres! —exclamo sonriente. Deduzco que todas estas cosas forman parte de lo que aprendió con Aiko. Estas niñas no perdían el tiempo. El contraste entre la cara de inocente de Laurita y sus atrevimientos me chocan y eso me encanta, aunque me siento como una virgen a su lado—. Me has hecho el amor con eso.

—Y te gustó de verdad porque casi se nos cae la casa encima con tus agudos —dice mostrando su sonrisa picarona.

—Pero... —Me acerco a su boca—. Es hora de escuchar los tuyos —hablo sobre sus labios y la beso—. Quítate el arnés.

—¿Qué quieres hacerme, Ani? —pregunta con dulzura mientras se deshace del juguete erótico.

—Amar todo lo que es mío —digo de forma sugerente y me echo sobre mi chica.

Nuestros labios vuelven a frotarse. Ambas caemos despacio en la cama hasta que quedo encima de ella. Laurita está hirviendo como yo. Su piel emana puro vapor. Su carita sonrojada muestra claramente el fuego de su interior. Incluso su saliva está más cálida de lo normal.

Dibujo su atractiva silueta con mis manos.

—Mi amor, ¡qué rica eres! —digo en su oído y continúo chupando su cuello.

Laurita gimotea. Sus dedos se enredan en mis cabellos y acarician mi espalda con suavidad. Sus piernas se abren solo para acogerme entre ellas en un tentador abrazo. Mi deseo de probarla aumenta, así que inicio mi descenso. Me apodero de ambos pechos y los apretujo hasta juntarlos. Ella se estremece, pero más cuando empiezo a lamer sus pezones simultáneamente.

—¡Ani! —pronuncia con cierta excitación y aferrada a mi cabeza.

Me deleito lengüeteando esos senos tan lindos que tiene. Succiono uno, luego el otro. Los humedezco fervientemente y mantengo esas apetitosas carnosidades endurecidas. Añado ligeras mordidas a la cata de semejante ricura. Si hay algo que me fascina, es apretarle los pezones con mis labios y sentirla a toda ella agitándose debajo de mí.

Nunca me saciaría de disfrutar de sus pechos, pero me apetece endulzarme con el resto de su cuerpo. Mis manos permanecen manoseando su busto mientras desciendo por su abdomen. Beso con ternura. Lamo con lujuria. Me pierdo por ese ardiente desierto alrededor de su ombligo. Retomo el recorrido por ese vientre sin dunas, pero suave como la arena. Cuanto más íntima es su piel, más blanca y exquisita es. Arribo al oasis que calmará mi sed hedonista.

Laurita está mojada. Mi primera reacción es comprobarlo lamiendo su intimidad jugosamente. Agua de manantial para refrescar las ansias de mi boca.

—¡Ah! —Los gemidos de mi chica son tan delicados en comparación a los míos.

Chupo el interior de sus muslos. Su carne es blanda en esa zona y se me hace irresistible. Depilada. Lisa. Es toda una delicia. Sustituyo sus pechos por sus piernas, las cuales flexiono a mi voluntad para exponer su inocencia. Toda ella es bonita. La miro y soy atraída por el deseo. Enseguida restriego mis labios con los suyos íntimos.

—¡Sí, Ani! —dice y presiona mínimamente mi cabeza. Si ella supiera que lo menos que pienso hacer es separar mi boca de su zona erógena. Besarla ahí ha creado una adicción en mí porque, a la vez que la disfruto, hago que goce y me enamoran sus reacciones.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora