—Es lo que me imaginaba, están todos con seudónimo —dice Patricia.
—¡Menuda mierda! ¿Qué hacemos? ¿Tendré que ir a ver a la directora? —intuyo.
—Puedo consultarlo con Gerardo...
—¡No! Ni se te ocurra —la interrumpo y lo mismo me hacen a mí.
—¡Sh! —El silenciador de las sombras.
—¡Que sí! ¡Que ya me callo! —Bajo mi volumen antes de que me echen a patadas de la biblioteca—. No, Patri. Mira lo que pasó con Roberto, que le ha tocado una cita indeseada con esa conocida tuya. No quiero que se involucre más gente.
—Como quieras. Puedo ocuparme de inspeccionar la plataforma de la revista para comparar los poemas. Me parece que publican el ganador o los finalistas con sus poemas, aunque no sus seudónimos. Miraré si coinciden. Si no es así, habrá que recurrir a la directora... —Patricia muestra sus dientes forzosamente.
—Vale, lo dejo en tus manos. Patri, no abras la boca, que no se te escape información con Gerardo, por favor —le ruego.
—Ana, que eso no pasará. Confía en mí —me asegura.
—Me muero de intriga por saber quién es ese ReDemon...
***
Los minutos han volado desde la visita a la biblioteca. El seudónimo del poeta se ha convertido en una verdadera incógnita, pero, por mucho que he puesto en marcha mis engranajes mentales, no he deducido una pista factible que guarde relación con los sospechosos de mi lista. He optado por no impacientarme y esperar a que Patricia aparezca con el resultado. Ni siquiera me molesté en leer los poemas. De todas formas, el misterio no ha sido capaz de distraerme de lo más importante: mis pensamientos hacia Laurita. Me he estado preguntando si yo también podría besarla como celebración, pero sé que no estaría bien por culpa de mis sentimientos confusos.
La clase de Filosofía es la que ha terminado dejándome con un mal sabor de boca. El profesor no ha dado los resultados de los exámenes porque no ha corregido todos; sin embargo, ha comentado que las notas son malas en general. La cuestión es que ha estado enfocado en mí hasta que me ha pedido, con una seriedad impropia en él, que acuda a su despacho en el recreo. Y ahí es a donde me dirijo en estos momentos. Me huelo el motivo y no sé cómo saldré de esta...
—Hola, profesor Ricardo. Estoy aquí como me pidió —saludo tras invitarme a entrar. Una fragancia a frutas del bosque predomina en la habitación.
—Siéntate, Ana, por favor —dice Ricardo, pero carente de su pesada simpatía. Se limita a la cordialidad.
Su despacho es pequeño como el de la mayoría, pero está muy organizado, a diferencia de otros que tienen los escritorios desbordados de material de oficina. En sus estanterías abundan los libros relacionados con la Filosofía, obviamente, y algún que otro busto de filósofos con sus prominentes barbas. Hay una foto de su familia junto al monitor de la computadora. Su mujer y sus dos hijos pequeños lucen muy agradables, parece que el profesor tiene una vida feliz.
Ricardo toma un sorbo de su taza de café con leche por lo que llego a olfatear y junta los exámenes, reconozco el mío en la parte superior.
—¿Quieres un café capuchino o algo? —me ofrece.
—No, gracias. Estoy bien, ya merendé —digo y permanezco sentada como un angelito.
—Vale. ¿Sabes por qué te he hecho venir, Ana? —me pregunta.
—Mmm... No. No tengo ni idea. —A lo mejor me favorece hacerme la ingenua.
—Verás, he estado corrigiendo los exámenes de tu grupo y siento vergüenza. No era un examen fácil, lo admito, pero esto es excesivo. No lo repetiré porque realmente no hay tantos suspendidos. El asunto es que sí hay una persona que ha destacado y hay algo más. ¿Te gustaría saberlo? —¿Por qué no lo suelta de una vez?
ESTÁS LEYENDO
La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]
RomanceTras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres me permitieron vivir sola con mi novio e incluso me asignaron una paga mensual. Mis únicas obligaciones consistían en estudiar y ayudar a m...