Mi acto improvisado no cumplió mi propósito principal. Quizás el acosador se apiadó de mí y puede que muchos dejaran el pasado enterrado, pero a Laurita no le importó que me armara de valor para pedir disculpas públicamente. Creía que ella apreciaría un detalle tan significativo porque esto solo lo habría hecho por amor. Al menos, comprobé que Patricia tenía razón sobre sentirme mejor después de dar la cara delante de todo el instituto.
Sin embargo, la diminuta paz interior se consumió por el desasosiego cuando volví al aula. Laurita continuó ignorando mi existencia, hasta las paredes fueron más amables conmigo. Sentí envidia de esa silla que le ofrecía comodidad, de ese bolígrafo sostenido por sus dedos con delicadeza, de la ropa que la abrigaba, del profesorado que captaba su atención con las explicaciones, incluso del cuaderno por el que deslizaba su mano como una caricia al tomar apuntes. Dos horas de clases sin estímulos de ella equivalieron a dos vidas en el infierno del sufrimiento.
Durante todo ese tiempo, no me atreví a molestarla porque tenía miedo de empeorar la situación como hasta entonces y, si mi gesto no había servido para nada, poco más podía hacer. Decidí resignarme, callar y contemplarla en secreto. Opté por seguir el consejo de Flor y darle espacio.
Así llega el siguiente recreo. Salgo detrás de Laurita guardando las distancias y deambulando por los pasillos como un espíritu atormentado y deprimido. Mi merienda se pudrirá en la mochila porque he perdido la sensación de hambre. Mientras bajo las escaleras, un brazo rodea mis hombros. Me siento tan débil que me pesa como un saco de piedras.
—Excelente distracción, Bruma. —Es Sandra en modo "viejas amigas".
—¿De qué hablas? —pregunto desconcertada.
—No te hagas la pendeja. Sabías que cumpliría con mi palabra y contribuiste distrayendo a todos estos tontos con tu discursito sensiblero para llorones. Se nota que no te conocen como yo y que no saben que todo fue pura mierda. —Llegamos a la planta baja y ella me desvía de las ovejas enfiladas hacia el patio. Nos quedamos a solas.
—Estás equivocada, lo que dije es lo que siento. No disfruto haciendo daño a la gente igual que haces tú —aclaro y quito su brazo de encima de mí.
—No me compares con estos subnormales, sé que fue una jugada maestra de tu parte. Debería felicitarte. Gracias a tu discursito sensiblero, mis chicos jodieron el coche del hijo de puta ese con más tranquilidad porque todo el mundo estaba en el patio. El sabotaje está hecho —me cuenta Sandra sosteniendo su sonrisa maliciosa.
Saboreo una agradable satisfacción. Había pensado en Sandra para que Ricardo no pudiera relacionarme con sus desgracias y poder intimidarlo con ayuda externa. Mi disculpa pública nos ha encubierto por mera casualidad. Sandra y yo somos las únicas que nos habríamos atrevido a sembrar el caos según nuestro historial, pero nuestra presencia en el patio eliminará cualquier sospecha sobre nosotras. Ricardo no debe reunir pruebas en mi contra, pero sí saber que sufrirá lo que dicte por mi boca.
—Eso sí me interesa. Sabía que lo harías rápido. —Por un breve instante, llego a imitar la sonrisa de Sandra.
—Hago este tipo de favores encantada por ti. ¿Qué coño te hizo ese cabrón exactamente? —pregunta Sandra con interés.
—Es una alimaña como tú que quiere follarme y me tiene amenazada con joderme la vida internándome en un centro y perjudicando las notas de Eric. A ti te puedo partir la cara cuando me apetezca, pero a él no —respondo con la verdad.
—Tampoco me compares con ese hijo de puta. Quiero follarte porque nunca terminamos lo nuestro y mi coño solo llora por ti. —Sandra, tan descarada, roza mi vientre con un dedo.
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La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]
RomanceTras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres me permitieron vivir sola con mi novio e incluso me asignaron una paga mensual. Mis únicas obligaciones consistían en estudiar y ayudar a m...