Eric se despidió de mí casi a media mañana besándome la frente. Me murmuró que no lo esperáramos para comer porque pasaría el día con sus compañeros del trabajo hasta tarde en la noche. Eso creo haber entendido, estaba fulminada en la cama. Dijo algo más, pero yo solo asentí hasta que su voz se desvaneció.
Concilié el sueño por un rato más, pero no volví a alcanzar fases profundas. Me levanté adormecida, bostezando y estirándome con gusto. Mi intención era dirigirme al baño para iniciar el día como muchos otros sábados de mi vida. Al abrir mi puerta escuché la de Laura también a mi lado. Una puñetera casualidad. Volví a encerrarme, me acordé de que estaba en bragas y con la bata casi colgándome. Por un instante eché en falta mi antigua privacidad.
Después de cambiarme quise entrar en el baño, pero la puerta estaba cerrada. Claro, Laura se me había adelantado. El inconveniente era que mi vejiga estaba a punto de estallar. La presión me estaba matando, me tenía doblada. Llamé a la puerta y le pregunté que si le faltaba mucho. Me respondió que necesitaba cinco minutos. Cinco minutos me sonaron a eternidad. Quise presionarla, pero recordé que hacía solo un día que nos habíamos arreglado. Tenía que aguantarme y reprimir mis impulsos.
Y sus cinco minutos se convirtieron en diez. No sé si estaba poniendo a prueba mi paciencia o qué. La incomodidad me tenía doblegada. Me veía capaz de hacérmelo encima, así que me planteé buscar una alternativa. Hacía tiempo que no sufría unas ganas tan intensas, a lo mejor estaba relacionado con haberlo hecho con Eric la noche anterior. Los pinchazos me estaban matando. Frené mi puño a escasos centímetros de la puerta, quería aporrearla y chillarle a Laura. Y, justo cuando decidí irme a la cocina en busca de una solución, ella salió del baño.
En cuanto vi la puerta abierta volé por su lado. La dejé con la palabra en la boca, creo que quería darme los buenos días. En ese momento solo podía pensar en sentarme en el váter. Sus cinco minutos se habían alargado hasta quince, quince largos y pausados minutos que sentí muy adentro. Menudo comienzo del día, pero quiero ser positiva. Laurita...
Ahora estoy terminando de preparar el desayuno para las dos. No hemos hablado nada más allá de saludarnos y de lo que vamos a comer. Sin embargo, ella me mira casi insistentemente sosteniendo una sonrisita que mezcla inocencia y socarronería. Me empieza a intrigar.
—¿Qué? —le pregunto.
—Nada —me responde con suavidad.
A veces me parece tan rarita.
—Ayúdame a llevar el desayuno a la mesa —le pido.
—Vale. —La veo coger el plato con las tostadas y la mantequilla con mucho cuidado.
—¿Te lo ato con cinta americana para que no se te caiga? —bromeo.
—¡Qué mala eres! —dice y ríe. Menos mal que no se ha ofendido, la broma me nació sin más.
Nos sentamos en la mesa y empezamos a desayunar. Pongo la televisión de fondo, un poco de dibujos animados.
—Eres muy intensa, ¿no? —me dice Laura de pronto y exhibiendo la misma sonrisita de antes.
—¿Cómo? —pregunto desconcertada.
—Escuché el "ruido" de anoche —aclara.
Inmediatamente me atraganto con el café con leche, casi que lo escupo, me sube hasta la nariz.
—Gritaste intensamente durante unos cinco minutos. Parece que eres muy pasional. Corto e intenso suelen decir, ¿no?
Sigo ahogándome. Lo menos que me esperaba era que me saliera con esto.
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La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]
RomanceTras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres me permitieron vivir sola con mi novio e incluso me asignaron una paga mensual. Mis únicas obligaciones consistían en estudiar y ayudar a m...