Insatisfecha (I)

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Descargo mi ira sobre Laura. Mis palabras son una lluvia de cuchillos desgarradores. Me incomoda que se tomara el atrevimiento de desempaquetar mi correo. ¿Y si Eric hubiera estado aquí? Mi sorpresa se hubiera ido a la mierda por culpa de esta niña.

—¡Estoy segura de que mi nombre aparecía en el envoltorio! ¿No fuiste capaz de verlo?

Sacudo las prendas de lencería de un lado a otro a la vez que hablo alterada. Me supera la tensión que tengo acumulada.

—Ana, lo siento. Te dije que no me di cuenta...

Le tiembla la voz. Junta sus manos bajo su vientre. Los hombros le caen. Es como si se encogiera ante mí.

—Pues aprende a mirar, ¡joder! Esto es íntimo. ¿Entiendes lo que eso significa?

—Creía que éramos cuñadas y... amigas...

Agacha la cabeza como una hoja que cae desvanecida.

—Eso no significa que tengas que abrir mis paquetes sin mi permiso. Tan lista que eres y se te ha olvidado que existe la palabra "privacidad" por algo.

—Vale, Ana. Lo lamento...

Laura me da la espalda. Su torso se agita en contra de su voluntad como si padeciera espasmos. Se aleja apresurada, huye de la situación que ha provocado. Es una cobarde.

Creo que no le ha quedado lo suficientemente claro. Me dispongo a perseguirla y entonces veo que se restriega la mano por la cara. Se le escapa un sollozo antes de desaparecer en el interior de su habitación.

Desisto.

Yo también me encierro en mi cuarto.

***

—¡Hola! ¡Ya estoy aquí! ¿Estáis en casa?

Esa es la voz de mi novio. Es como un cántico que penetra por mis oídos y me aparta del sueño profundo al que había sucumbido. No hace falta que mire la hora para saber que se ha hecho tarde, por algo Eric ya ha llegado.

Después de meterme en el cuarto guardé la lencería. Más bien la escondí en lo profundo de un cajón para que mi novio no la encuentre ni por accidente. Lo hice con rabia, cosa que me molestó más aún porque se suponía que debía sentir ilusión en ese momento. Había esperado por ese paquete durante días. Me había imaginado cientos de veces abriéndolo y excitándome por descubrirlo por primera vez. Quería extenderlo, contemplarlo de cerca, palpar el tejido, probármelo y mirarme en el espejo para ver cómo me quedaba. Pero no fue así por culpa de Laura. Ella me arrebató esa vivencia que tanto había deseado.

Me dejé caer en la cama como un peso muerto. La almohada se convirtió en mi terapia de desahogo; la exprimí entre mis brazos y liberé un grito silenciado en sus profundidades sobre mi cara. Ojalá hubiera funcionado, pero imagino que las fuerzas me escasean hoy. En mi cabeza no ha dejado de rondar la conversación que Eric quiere mantener conmigo. Recurrí a mi diario como segunda alternativa y, a pesar de plasmar párrafos quebradores de grilletes de dolor, no fue suficiente. Me quedé rendida.

—Mi amor, ¿estás despierta? —murmura mi novio al entrar en la habitación.

Está todo apagado. La luz que penetra del pasillo me espabila un poco. Me restriego los ojos.

—Sí, ahora sí. —Bostezo.

—¿Te has quedado dormida? —Eric enciende la luz del cuarto.

—Ay... —me quejo al encandilarme—. Sí —digo con mi voz perezosa.

—Espero que echaras una siesta por los dos. Levanta, osita. —Eric me azota las nalgas y empieza a desvestirse—. ¿Paseaste mucho con Claudia?

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora