Un San Valentín inolvidable

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Hoy me ofrecí voluntaria para ir a comprar la comida de la casa mientras Eric y Laurita entrenan juntos, pero tengo un plan oculto. Resulta que Eric regresará al trabajo dentro de dos días, aunque no hará jornadas intensivas como antes, y Laurita ya me avisó de que me tiene una sorpresa por San Valentín para esa misma tarde. Yo me le quiero adelantar con algo improvisado para mañana y entre mis ideas me vino a la cabeza Estefanía. He quedado con ella en una cafetería del barrio, donde la espero con un café con leche.

La pija se presenta vestida de blanco, con un abrigo de plumas enorme que debe valer lo mismo que todo mi armario junto. Me pregunto por qué anda con la mano colgando como si la tuviera partida. Todo el brazo es como una percha para su bolso de marca. No pierde la maña de desfilar como si estuviera en una pasarela con la cabeza bien alta.

—Llevo como quince minutos dando vueltas a la manzana siguiendo la ubicación que me enviaste. Cuando dijiste que "es una cafetería famosa de la zona" no me imaginé que fuera este antro —dice Estefanía con su voz de pito y observando el local con asco. Por supuesto, no se priva de exhibir su teléfono de última generación.

—¡Qué exquisita eres! Se me olvidó que eres de sangre azul —digo con burla.

—Podías haberme invitado a un sitio de prestigio acorde a mi nivel. —Sacude la mesa con una finura impresionante, como si esta la fuera a morder.

—¿Quieres poner el culo en la silla de una vez y dejar la tontería? Eso está limpio —le digo.

—Habría que azotar al que la limpió porque está pegajosa. ¡Qué asco! —se queja, pero se sienta—. Se me manchó el guante.

—No jodas, Estefanía. Aquí no hay ningún paparazzi, compórtate como alguien normal. —Esta chica pone de los nervios a cualquiera.

—La normal soy yo. No sé cómo puedes venir a sitios como este. Bueno, supongo que el bolsillo no te da para más. —Le lanzaría mi bebida para escuchar su chillido.

—Ni a ti las neuronas.

—Ja, ja, ¡qué chistosa! No te harás rica con esos chistes tan cutres. ¿Qué tomas? —La que da gracia es ella, parece sacada de un show de la televisión.

—Café con leche —respondo y bebo un sorbo.

—Pediría lo mismo, pero no sé. Ese café debe ser de mala calidad y ni hablar de la leche. Paso, no me arriesgo a sufrir una intoxicación. ¡Camarero! —Me quedo boquiabierta ante su absurda delicadeza levantando la mano.

—Dígame, señorita. ¿Qué le pongo para beber? —pregunta el chico que se acerca para atenderla.

—Agua gaseosa —pide Estefanía.

—¿Gaseosa? —repite el camarero dudoso.

—Con gas, agua con gas. ¿No sabes lo que es? —¡Qué cruel es Estefanía! Le habla como si fuera idiota.

—Sí sé, pero no tenemos. ¿Se le ofrece otra cosa? —De nada le vale la educación a este chico frente a la pija.

—¿Por qué no me extraña? A ver, quiero un zumo de pera. —Estefanía lo contempla como si fuera un insecto.

—Justamente se nos ha acabado. Tenemos de...

—¡No tenéis de nada! —lo interrumpe Estefanía—. No os ganáis ni la propina.

—Bueno, tenemos de melocotón, piña, naranja... —menciona el camarero con cierta indignación.

—El de piña, ya está. Yo la invito a ese —intervengo porque me está inquietando.

—Pues me apetece el de melocotón. —¡Qué caprichosa es esta niña!—. Y date prisa porque la puntuación que pienso poneros en internet es pésima.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora