Shane Foster:
Ivie se ha desmayado y no entiendo la razón pero ya estoy preocupado. La tomo entre mis brazos y aparto los mechones rebeldes que cubren su rostro, esta roja como un tomate y tiene rastros de lágrimas en sus mejillas.
Me duele verla así.
Afianzo el agarre y empiezo a caminar, cuando llego al final de las escaleras me recibe la novia de Connor, esa mujer es una pesadilla. Cuando Ivie me conto sobre ella, pensé que exageraba pero ahora sé que no. Dios me libre de alguien así.
— ¿Qué sucedió con la mocosa?
Aprieto los labios e intento pasarle de largo pero me detiene.
—Ya que esta moribunda, nosotros podemos...
—A ver señora, ¿usted que tiene en la cabeza? ¿Silicona? Ni muerto me tendrá en su cama y si eso es lo que espera pierde su tiempo. Además a mi no me gustan las viejas, tampoco las regaladas.
La tal Devlin me lanza una mirada mortífera pero la ignoro pasando por su lado. ¿Es que no puede darse su lugar? Me recuerda a la camarera de mi primera cita con Kenzie. Por lo menos aquella no fue tan descarada al proponerme un acostón.
Cuando estoy en el auto dejo a Ivie en el asiento del copiloto y arranco a toda velocidad. Volteo a verla de vez en cuando, notando su suave respiración. Sea lo que sea que haya pasado, le afecto de manera monumental y eso me asusta.
La Ivie Jackson que yo conozco no se deja amedrentar por nada ni nadie. Es fuerte, terca y amargada, pero sobre todo una gran persona. Y si algo malo le pasa, me siento en el deber de ayudarla.
Me he sorprendido a mí mismo, esta angustia que siento no es normal. Apenas la escuche sollozar, mi corazón se quebranto. Una presión dolorosa se instalo al verla llorar. No quiero sentirme así y no quiero que ella sufra. No quiero ni puedo soportarlo.
Puede que suene algo estúpido todo esto viniendo de alguien como yo, pero supongo que cuando de un huracán se trata arrasa con todo a su paso. Eso es lo que ha hecho Ivie conmigo, y lo que sigue haciendo..., arrasando con mi forma de ser y mi manera de pensar. Mis actos y acciones que anteriormente consideraba justos, poco a poco se han ido al carajo.
—Vaya mierda —susurro más para mí mismo, volteo a verla—. Has cambiado mi vida maniática, y no sé cómo podría sacarte de ella.
Ahora, viéndola así de calmada, espero que no sea tan grave lo que la hizo desfallecer, porque detesto verla afectada. Aunque no quiera admitirlo, todo lo que respecta a la pequeña me afecta. Se ha convertido en el núcleo constante de mi rutina y juro que si de mi vida se trata la daría por ella.
Maldición, esto sí que no me lo puedo creer...
¡Qué va!, no eres el único subconsciente. Yo tampoco me lo creo.
Al llegar a mi departamento, tomo a Ivie y nos ingreso al ascensor. Sonrió con una idea y sin permitirme pensarlo mucho, estampo un delicado beso en su boca, tardando unos segundos de más en separarme.
—Mírate, tan calmada y sumisa... te desconozco —sonrió acariciando su mejilla—. ¿Cómo es que eres tan hermosa? Estoy seguro que no te das cuenta de ello, pero tendrías a tus pies a cualquier hombre —el ascensor avisa que ya hemos llegado—. Ya quisiera ser yo el afortunado.
Camino hasta la puerta y la abro, adentrándonos. Llevo a Ivie a mi habitación y la recuesto en mi cama, asegurándome que este bien arropada y se sienta cómoda. Espero que al despertar no se asuste.
Me voy hasta la cocina y tomo un vaso de agua. Me siento un idiota, y es tan irónico que la persona que más me lo dice sea quien me hace sentir de esa forma.
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Shane Foster || El sexy mujeriego ©
Teen FictionADVERTENCIA: Está historia contiene lenguaje fuerte, contenido sexual explícito e incluso errores ortográficos, se recomienda discreción, gracias. (Además, es un borrador, por lo que no está completamente editada la perfección) Él es encantador, es...