70: El idiota y la maniática.

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Ivie Jackson:

Ruedo los ojos al verlo caminar con una sonrisa hacia mí. Cierro los ojos una milésima de segundo donde me repito, una y otra vez, que debo tener paciencia, que no debo estallar porque no quiero estar cabreada, no hoy.

Así que, con ese pensamiento en la cabeza, camino hacia el estacionamiento mientras bajo las escaleras. A mitad de camino Jensen se detiene frente a mí con una sonrisa, lucho por contener el resoplido fastidiado que quiere salir de mis labios. Finjo una sonrisa.

— ¡Hey, Ivie!

—Hola Jensen.

—Me gusta tu camisa —señala la prenda negra con letras amarillas y le agradezco en tono monótono—. ¿Qué dices si vamos por ahí y nos tomamos algo? —inquiere, sonriente.

Lo miro incrédula. ¡Este chico es un grano en el culo! Vale, es buena onda, no lo niego, y parece ser agradable, pero no puedo evitar que me caiga mal. Desde que ingrese a esta universidad, no he tenido una vida social con ninguna persona de aquí, cosa que agradezco. No me apetece la idea de tener nuevos amigos. Mucho tengo con los cavernícolas, Ginger y su calenturiento novio. Así que mis días en la universidad se resumen a llegar, asistir a clases y luego irme a casa.

Sin embargo hace cuatro meses que conocí a Jensen, fue algo totalmente inesperado pues iba saliendo de mi clase de Antropología cuando tropecé con un cuerpo en medio del pasillo. El café de la otra persona manchó mi blusa y quemo la piel blanda de mi abdomen, haciéndome rabiar.

Por supuesto descargue mi ira en Jensen, quien fue con quien choqué. Desde entonces, ha estado detrás de mí, al principio quería pedirme disculpas, las cuales acepte para que dejara de fastidiarme; sin embargo, luego fue persistente en tener una cita.

—Jensen, ya te he dejado muy en claro que tengo novio —mascullo, haciendo hincapié en la última palabra.

Resopla — ¿El idiota de cabello castaño? —niega—. Deja de mentirme, hace dos meses que no lo veo por aquí, ni siquiera viene a buscarte como lo hacía siempre.

Mi pecho se oprime en una sensación agridulce. Eso es verdad, pero no es porque no estemos juntos. Shane ha tenido que hacer un viaje a Alemania, con Jay Stringer, y lleva dos meses fuera del país. Sería un eufemismo decir que no lo extraño, porque lo hago, me hace tanta falta que las video llamadas, mensajes y fotos que compartimos, no son suficientes.

Suspiro, cansada de esto —Ya te dije que está de viaje, déjame en paz —mi ceño se frunce, ya me estoy irritando.

Jensen no entiende un no por respuesta y eso me estresa. Incluso he sido abiertamente grosera con él, ¡le dije que tenía el culo flácido! Y ¿saben que hizo él? Se echo a reír y dijo algo sobre ir al gimnasio más seguido. Definitivamente mi plan de herirle el orgullo y la hombría no funciono. Me entristece pensar en que Shane seguro hubiese hecho un comentario listillo y arrogante, alegando que su culo es más que fantástico.

¡Demonios! Cuanto lo extraño.

—No te creo en absoluto —me da otra sonrisa—. ¿Qué tal un café? Por aquí cerca hay una cafetería que...

Gruño, disgustada —Vete al demonio Jensen, eres peor que la gonorrea.

Le paso de largo, apresurando el paso y escucho sus exclamaciones detrás de mí. Me siento aliviada cuando llego al auto y me subo al asiento del piloto. Dejo escapar una bocanada de aire al saber que ya me iré lejos de ese fastidioso.

Dejo mi bolso en la parte trasera y enciendo el auto, una punzada de nostalgia me invade. El auto de Shane...

Aprieto el volante y empiezo a salir del estacionamiento. El aire acondicionado me da de lleno en la cara e inspiro el aroma que hay en el aire. Huele a él, y me fascina. La cuestión es así, como Shane se fue a Alemania, a hacer negocios con Jay, me obligo a quedarme con su auto. Me costó aprender a conducir, pero Cameron fue muy paciente al enseñarme.

Shane Foster || El sexy mujeriego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora