65: Peleas épicas

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Ivie Jackson:

Estoy en medio del limbo de la inconsciencia cuando siento leves caricias que recorren mi cuerpo. Al principio creo que estoy soñando pero a medida que mis sentidos se van agudizando descubro que es muy real.

Casi sonrío cuando caigo en cuenta de quién es la persona que tiene sus manos encima de mi cuerpo, no obstante decido seguir haciéndome la dormida, fingir serenidad aunque por dentro me este estremeciendo ante su tacto.

Muerdo mi labio inferior cuando siento una caricia perezosa recorrer mi pierna y luego soy volteada para quedar completamente boca arriba. Casi suelto un grito pero logro contenerlo. Aun con los ojos cerrados soy consciente de las dos manos que sostienen mis caderas.

Me estremezco de inmediato cuando Shane deja un beso en mis partes bajas.

Oh santo cielo. En serio no esperaba despertar así, mucho menos que él tendría energías después de todo lo que pasó anoche. ¿Y lo que más me sorprende? Que yo esté completamente deseosa de más. De esto que siento, que él me hace sentir.

—Dulce desea sentirse llena.

Su voz ronca llega a mis oídos y abro los ojos. Me topo con su mirada. Retengo el suspiro que quiero soltar. Anoche todo fue maravilloso. Me sentí amada y deseada, me sentí feliz. Y todo eso gracias a él. Uno diría que las reconciliaciones no necesariamente deben tener sexo, pero definitivamente con sexo estas son mucho mejor.

¡Por Cristo! Fue estupendo, ahora estoy en una nube de felicidad plena que no quiero dejar ir por nada del mundo —ni siquiera la pizza—. Es como si todo lo que me estaba aquejando y atormentando desde que nuestras pieles se tocaron y nuestros labios se unieron hubiese desaparecido. Y te digo, creo que Shane debería hacerse llamar el dios del sexo. ¿O será que exagero porque fue delicioso y tengo sentimientos hacia él?

—¿Quién es Dulce?

Pregunto, intrigada. Una lenta sonrisa surca sus labios y contengo la respiración cuando me acaricia.

—Ella es Dulce —siento el palpitar y el hormigueo, clara señal de que estoy excitada—. La mejor amiga de Jerry.

Quiero reírme por su declaración sin embargo lo que sale de mi es un gemido. El deja un beso en la zona y sin previo aviso toma mis piernas y me jala hacia él. Quedamos cara a cara y entonces me da un casto beso antes de tomar mis piernas y enrollarlas en sus caderas. Gimo bajito y el gruñe porque ¡oye! esta rozándome, y aunque tenga puesto el bóxer puedo sentirlo muy bien. Está duro y su dureza roza mi área sensible.

Sus manos van a mi espalda desnuda y me aprieta contra su cuerpo antes de levantarnos a ambos. Mis manos van a su cuello y lo encaro mientras camina.

— ¿No estás cansado?

—Maniática por favor, esa es una pregunta absurda. Te creía más inteligente.

— ¡Hey! —me quejo golpeando su hombro levemente, el ríe—. Pues discúlpame señor inteligencia.

Atravesamos el umbral de la puerta del baño —No estoy cansado porque nunca estaré satisfecho de ti. Anoche me quedo claro que soy adicto a cada aspecto de ti, a tu persona y a tus deliciosos gemidos. Nunca me cansare de hacerte sentir llena, deseada y amada.

—Eso es lindo de escuchar.

—Tan lindo como lo que siento por ti.

Mi corazón da un vuelco y sonrío —Estas siendo dulce.

—Y nunca me cansare de follarte porque es malditamente exquisito.

—Olvida lo que dije.

Me da una sonrisa y me baja lentamente. Enarco una ceja hacia él cuando empieza a bajar la elástica de su bóxer.

Shane Foster || El sexy mujeriego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora