Capítulo 13

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Era hermosa, su pelaje blanco como la nieve y esos ojos tan azules e intensos. Una necesidad estaba naciendo en su interior. Ella le pertenecía. Su conexión era tan intensa que su corazón estaba acelerado. Se acercó sigilosamente, ella estaba distraída observando su reflejo en el lago.

A su lado su hermano lo seguía, ella los escuchó. Les miro, tenía miedo pero su curiosidad era mayor. Comenzó acercarse...

Despertaron al mismo tiempo, empapados en sudor, aún sintiendo la conexión con ella. Ambos se observaron en silencio mientras intentaban comprender lo que habían soñado.

- ¿Crees que el sueño sea verdad? - le preguntó Dante ansioso a Daniel.

- ¿Qué sería verdad de ese sueño?- le replicó de forma abrupta. Levantándose de su cama para ir al baño.

- Que compartimos pareja- dijo en susurro, temeroso de su reacción. Daniel se detuvo en el puerta del baño. Dándole la espalda, pudo ver los músculos de su espalda en total tensión.

En el pasado ambos habían compartido todo, incluso las mujeres. Pero esto era diferente, compartir a la mujer de su vida, no sabía que pensaba Daniel al respecto. Estuvieron en silencio unos minutos, analizando la situación. Escucharon unas carcajadas al fondo de la habitación, descubrieron que Harold se había despertado y se burlaba de ellos. Daniel se lleno de ira, deseaba arrancarle la cabeza de un sólo tajo.

- ¿No lo sabían? - expresó aún riéndose de la situación. Ambos negaron con la cabeza al mismo tiempo- La naturaleza es muy sabía, nunca se preguntaron ¿porqué ambos nacieron beta?

Ambos se miraron confundidos, recorrieron lentamente la habitación, intentando entender lo que estaba pasando.

- Su pareja es la razón - soltó enigmático, se levantó, caminando en línea recta de un lado a otro de la habitación- ustedes serán sus protectores, ella es muy importante y valiosa para la naturaleza.

- ¿Cómo sabes eso?- Daniel le interrumpió, mirándole impaciente.

- Porque soy un Puto Omega y es mi trabajo saber el destino y algo más del líder de mi manada- dijo alterado.

- Pero, ese líder ¿no sería mi padre? - indagó Dante, comenzando a sentir un dolor de cabeza.

- En efecto- finalizó Harold, se acostó en la cama y les dio la espalda.

Los hermanos se quedaron esperando más información, pero eso no sucedió. Harold se quedó dormido dejándolos con más preguntas que respuestas.

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Estaba molesta, no le gustaba que la observarán fijamente. Desde hace unos días, volvió a trabajar en el bar de Ángel. El primer día, estuvo al borde de un ataque de pánico. Poco a poco se dio cuenta, que nadie la quería atacar.

Cuando acabó su turno, llegó a casa y se metió en la ducha. Donde por fin dejó que el miedo tomara el control. Lloró acurricada en el suelo. Se preguntó ¿hasta cuándo viviría de esa forma? ¿cuándo dejaría de sentir miedo?

Los siguientes días, cambió el temor por la ira. Podía observar como los hombres la veían. En esos momentos odiaba ser bonita y llamativa. Ángel estaba muy contento, liderar se le daba bien. Así que se había hecho del control de todo el lugar. Colocó los horarios y el menú en orden.

Hablo con los proveedores, poniendo todo en su lugar. Pues descubrió que se aprovechaban de la amistad que tenían con Ángel. En una semana, había cambiado parte del personal, entre ellos el cocinero y el bartender, quienes se creían dueños del lugar y no tenían respeto por nada ni nadie.

Una tarde saliendo del lugar, se encontró con el cocinero y el bartender, ambos muy bebidos. Estaban enojados por la pérdida de su empleo y venían a vengarse.

Al principio Layne, volvió a sentirse atrapada. Sintió pánico, a poco estuvo de caer al piso y suplicar. Pero recordó que ella sabía defenderse.

Cuando logró controlar el miedo, la ira afloró. ¿Quienes se creían? Ella se encargaría de enseñarles a respetar.

Ángel le había enseñado a no mostrar sus habilidades, se mantuvo quieta. Ambos se acercaron a ella, le dijeron cosas atroces. Se sintió muy mal. Pero ese sentimiento le ayudó a ver lo que ellos deseaban. Querían lastimarle, hacerla sentir menos que ellos.

El cocinero fue el primero en acercarse, quedó tan cerca de su rostro que podía oler su fetido aliento. Sintió asco y mucha rabia. Él  la tomo por el cuello, ella lo dejo hacer. El bartender la tomó del cabello y jalo hacía él. Estudió a sus adversarios. En pocos segundos, golpeó al cocinero rompiéndole la nariz. Le realizó una llave al bartender, lanzandolo al suelo.

Ángel llegó en ese momento, entre los dos lograron controlarlos. Ambos fueron detenidos, pero ese ataque le hizo saber que no estaba segura en ningún lugar. Quiso correr y huir, pero sabía que esa no era la solución.

Al llegar a casa se sentía inquieta. La vida no podía ser esto de vivir en zozobra. No podía seguir huyendo de enemigos invisibles. Tenía que tomar una decisión. Había llegado la hora de tomar el control de si vida. Ya no podía seguir escondiéndose por miedo.

Bajo al pequeño gimnasio, en donde entrenada con Ángel. Se hizo una cola de caballo, se colocó los guantes de boxeo. Estaba llena de ira, pero más que nada sentía impotencia. Tenía dos años, llenos de pánico, tenía días que hasta respirar le costaba. Estaba molesta consigo misma por permitir que un evento la alejara de vivir y disfrutar.

Comenzó a golpear la bolsa de boxeo, llena de furia y frustración. Recordó esa noche, en donde toda su vida cambio. Allí murió Layne, ella se había convertido en un objeto inanimado. Siguió golpeando, hasta que sintió a alguien llamar su atención.

- ¿Layne? ¿Estás bien? - Ángel le miraba atento, esperando sus respuesta.

Sus manos dolian, Ángel le ayudo a quitar los guantes. Descubriendo que estaban severamente lastimadas. Irónicamente se sentía bien, libre. Por primera vez, en años era dueña de su destino.

- Sí - respondió. Ángel se acercó, tomó su rostro para limpiar el rastro de lágrimas.

Le tomo las manos para mirar el daño.

- Mira lo que te has hecho, peque.

Ella sólo le observó. El dolor físico no le importaba, ya no se sentía oprimida.

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Hola!!! Perdón por tardarme en publicar. Estoy pasando por problemas, mi país cada día pone a prueba la capacidad de resistencia. A veces temo que un día mi mente diga ¡basta! Y renuncie.

Nos leemos pronto...

Nacida para Pertenecer (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora