Capítulo 31

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La habitación estaba oscura y fría. No era extraño que estuviese así, las ventanas estaban abiertas y corría una suave brisa, las cortinas bailaban al ritmo de su movimiento. La oscuridad era debido a que la habitación estaba decorada en madera de roble, además era de noche. Sólo una pequeña lámpara, iluminaba tenuemente los rostros de los allí reunidos.

- ¡DEBEMOS ENCONTRARLA!- grito el anciano más viejo del Consejo de lobos. Llamado Ario, era bien conocido por su crueldad. No le agradaban los hombres, quería acabar con ellos- Ella nos llevará a nuestro fin.

- Tengo una idea- Dijo Aidan. Este era el anciano más nuevo en el Consejo. Cuando fue elegido, creyó que podría realizar un cambio en su pueblo. Descubrió duramente, que los seis ancianos tenían ideas claras de lo que ellos creían era bueno o no para su pueblo. Debió aceptar la forma como ellos  tomaban decisiones por las manadas, aunque no le agradara. Tenía la ilusión de que muy pronto las cosas cambiarían.

- A ver cuenta- respondió despectivo, Ario.

- Estamos gastando fuerzas y energías buscándola- miro alrededor de la mesa, está era redonda. Lo que le permitía a todos los ancianos poder mirarse a la cara, tal como ahora él  lo hacía- Vamos a dejarla llegar, mientras la esperamos hagamos un plan para destruirla.

- ¡ESO ES ESTÚPIDO!- le gritó Ario.

- Déjale hablar- le ordenó otro de los ancianos, de nombre Roat. Ario,  inhaló controlando su ira. No le gustaba que le pasarán por encima. Roat, le hizo una señal a Aidan, para que continuara con su explicación.

- Una vez que aparezca - continuó Aidan- nuestro plan debería estar diseñado de forma tal, que ella sola se ahorque. De esa manera, nadie podrá inculparnos. Por el contrario podemos darle todo nuestro apoyo.

Aidan quería que está chica tuviera éxito. Por lo que sí seguían su idea, haría todo lo que estuviese de su parte para sabotear los planes del Consejo. Estaba cansado del abuso y la corrupción de este consejo. Dado que no lo podía enfrentar directamente, podía boicotear la situación.

Todos los presentes se quedaron en silencio. Aiden está tenso,  temía que descubrieran su intensión. Sudaba profusamente, sus manos estaban húmedas. Miraba a la ventana, temía ver los ojos de sus compañeros.

El silencio era ensordecedor. En la sala sólo le escuchaba las respiraciones de los presentes. Después de unos minutos Aiden, al fin tuvo el valor de levantar la vista. Todos estaban centrados en él, habían tomado una decisión. Trago difícilmente, pues tenía la boca seca.

- Esta bien- dijo al fin Ario, mirándolo fijamente- esperaremos a que por fin aparezca.  Ahora, cuéntanos más sobre ese plan.

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La vida de Helen, sin duda no era fácil. Estaba harta de quedarse callada. Estaba llena de odio, deseaba ver morir a Richard. Su hija estaba viva. Tenía dieciocho años, se había perdido toda su vida. Su sonrisas, el día que dijo mamá. ¿Tuvo una buena madre? ¿Cómo sería?

No sabía como iba a reaccionar ¿la perdonaría? ¿permitiría que fuese parte de su vida? Se sentía llena de rabia, pero al mismo tiempo eufórica. Sabía que pronto podría conocerla, aunque no la aceptase, ella conocería a su pequeña.

Detuvo sus pensamientos, cuando él movimiento del auto donde estaba encerrada dejo de moverse. Después de enterarse que su hija estaba viva había estallado. Él torturador de su esposo había disfrutado su explosión. Al final al ver que no era parte de este estúpido plan, pidió a sus matones que la liberasen.

Aún no se sentía a salvo, pues podía ser que liberar, fuese la palabra clave para matar. Se tensó cuando escuchó pasos cerca del maletero, donde estaba encerrada. Le dolía el cuerpo, sus manos y pies, habían sido atados hace más de dos días.

Justo cuando ella tomaba su taza de té, en su lugar favorito, en el jardín que ella misma había plantado. Alguien le había colocado un pañuelo con un olor extraño en su boca, se había desmayado para luego despertar junto a su esposo.

Al principio se sentía desorientada y con la garganta seca, no entendía la situación. Pero en el momento que hablaron de su hija, todo se volvió claro. ¡Bastardo!

Uno de los matones abrió el maletero. La intensidad de la luz del sol le encegueció. Le dolían los hombros, tenía hambre y mucha sed.

El matón la levantó como si fuese una pluma. La sacó del maletero, la colocó en el piso, Helen vio con horror como el tipo sacaba un cuchillo. Entonces supo que su vida había finalizado, lágrimas escaparon de sus ojos al cerrarlos. Esperó ansiosa el momento en que le apuñalaran.

Sintió como le cortaban sus ataduras de pies y manos. Gimió al sentir la sangre correr por sus extremidades adoloridas. Aún así, no sé movío, ni abrió los ojos. Durante unos minutos que parecieron años, no escuchó ni sintió nada.

Se llenó de valor, abrió los ojos para descubrir que el matón ya no estaba con ella. Escuchó como se encendía el motor del auto y sin más lo vío partir. Dejándola llena del humo del tubo de escape.

Tardó  unos minutos en entender que estaba viva. Miro alrededor, sin saber donde se encontraba. Necesitaba levantarse y ponerse a buscar a su hija pronto.

Se levantó, sus rodillas tardaron en responderle. Al final logró ponerse de pie, como un corderito recién nacido. Hacía calor, el sol incandescente iluminaba todo el lugar. Miró derredor, descubriendo que sólo había carretera y desierto. Inspiró profundamente, tenía mucho tiempo sin beber agua. Por lo que dedujo que al final si moriría, no había forma que pudiese caminar algún lugar sin morir deshidratada. Lágrimas de impotencia acompañaron su descubrimiento, su vida era una mierda. Ella sólo deseaba acurrucarse y perderse en su mente.

La necesidad de buscar a su hija, le volvió a golpear con fuerza. Comenzó a decidir hacia donde caminaría, después de unos segundos de consideración, se decantó por ir en sentido contrario a sus captores. Se llenó  de fuerza y valentía, su vida tenía un propósito claro, encontrar a su pequeña niña.

Nacida para Pertenecer (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora