Capítulo 3

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Sueño o Pesadilla

Tenía un mes viviendo en este infierno de casa. El cerdo no se me acercaba, pero me miraba con odio. No me gustaba esta tensa calma, sabía que algo estaba tramando contra mí.

Al mismo tiempo, Ángel estaba tramitando mi adopción. Estaba muy emocionada. Ya habíamos pasado por varias citaciones, aunque servicios sociales no tenía nada contra él, les molestaba el que no estuviese casado. 

Melanie su novia, era hermosa y muy vivaz. Me trataba como su hermana pequeña. Ella tenía tiempo esperando la propuesta. No entendía porqué aún no se lo pedía, sabía que la amaba.

Hoy la casa estaba tranquila, los chicos habían planeado una salida. Yo aún tenía que ponerme al día con mis estudios y no podía darme el lujo de salir. La casa estaba particularmente silenciosa. No sabía dónde se encontraba el cerdo, pero tenía una sensación de angustia que ni me dejaba respirar.

Estaba en la mesa comunitaria, aunque quería estudiar en mi cuarto, donde me sentía segura, el comedor era más iluminado y amplio para el montón de libros que tenía para estudiar.

Estaba en pleno holocausto, mientras intentaba entender la maldad en el mundo, y todo se oscureció a mi alrededor.

Abro los ojos, un dolor intenso en la cabeza me marea, intento ubicarme. Estoy en un sitio húmedo, mis extremidades están atadas. Intento hablar, pero me es imposible. Una mordaza cubre mi boca. Lágrimas escapan de mis ojos, escalofríos recorren mi piel. La mente se me logra aclarar, reconozco el lugar es el sótano de la casa.

- Al fin despertaste, princesa - se acerca hacia mí, el cerdo - estaba ansioso por disfrutar de ti, pero quiero hacerlo contigo consciente - pasa su asquerosa mano por mi cuerpo - quiero que recuerdes todo, absolutamente todo lo que te voy hacer.

Me quiero morir, comienzo a llorar afligida. Odio a este cerdo, no quiero que me toque. Me siento nauseabunda. El cerdo me da la espalda e intento liberarme. Al volverse se da cuenta de mi intención.

-¡Perra! Siempre te has creído superior. No eres más que una zorra, una torpe que ni sus padres quisieron tener - grita, golpeando certeramente en mi cara y costillas. El dolor me aturde, escucho mis huesos crujir.

Rubén, rompe mi ropa con unas tijeras. De pronto, estoy desnuda y abierta, para que él pueda hacer su voluntad sobre mi cuerpo.

En algún momento, suelta mis piernas, aprovecho esa oportunidad para patearlo. Fallo enormemente, se burla en mi cara. Toma un palo de madera y asesta diez golpes sobre mis muslos. Me duele todo, el vómito sube por mi boca, pero no logra salir. Me ahogo en ella, hasta que mi cuerpo por impulso traga, devolviendo por donde vino.

Aún cuando el dolor me aturde, logro saber el momento exacto en el que me penetra, la primera vez fue con el palo de madera con el que me golpeó las costillas. No hay forma de describir el dolor, solo puedo decir que podía sentir el palo hasta mi ombligo.

Un olor a cobre y humedad, me generaba arcadas que intentaba controlar. El cerdo se montó sobre mí, para dedicarse a morderme los senos. Sus labios se movían hablándome, pero un pitido agudo no me permitía escucharlo.

Después de divertirse mordiendo mis senos, amarró mis piernas a la cabecera de la cama, quedando en una posición francamente incómoda. Mis muslos reposaban sobre mis senos doloridos. Cuando pensaba que esto no podía ser peor. Se montó sobre mí y me violó el ano. Grité, suplique e implore, pero la mordaza solo dejaba salir quejidos lastimeros.

El dolor me superó, todo volvió a oscurecer. Agradecí a Dios por permitirme al menos huir de esa manera.

Despierto, me duele todo el cuerpo. Tengo la lengua seca, algo me impide hablar. Me desespero e intento escapar. Escucho gritos y una alarma alrededor.

- ¡Se ha despertado, enfermera!- grita una voz que desconozco.

Logro abrir los ojos, estoy en una habitación blanca, una mujer menuda, con ojos verde agua me mira. Su mano intenta darme calma. Intento respirar, pero siento que me ahogo, tengo algo atorado en mi garganta. Me duele la cabeza y no puedo tragar. Un hombre, que parece un médico por su vestimenta. Mira una máquina que está a mi lado, me intenta hablar, pero solo quiero escapar.

- Lo mejor será sedarla - dice el doctor a la enfermera. Vuelvo a la oscuridad.

Dos días más tarde...

Me pesa la cabeza, no logro coordinar las ideas. Logro abrir los ojos, la luz de la habitación irrita mis ojos. Veo a mi alrededor, Ángel esta a mi lado, su cabeza recostada sobre mi cama. Me duele mucho el cuerpo, mi pierna izquierda tiene un yeso. Ángel reacciona al movimiento de mi mano, levanta su rostro. Unas grandes ojeras le acompañan, sus ojos están enrojecidos.

- Hola, pequeña- saluda con cariño.

- Hola - digo y mi voz sale ronca - tengo sed.

Se levanta y camina al fondo de la habitación, regresa con un vaso. Coloca con cuidado una pajilla en los labios. El agua apaga el ardor de mi garganta.

- ¿Qué me pasó? - pregunto, no logro recordar, tengo todo en blanco.

Me mira con lástima, toma mi mano.

- Eso ahorita no tiene importancia, nena. Tengo una excelente noticia - dice intentando distraerme - cuando te den de alta, regresaras a mi lado. 

- ¿En serio? - pregunto dudosa - pensé que por no estar casado, nunca te darían mi custodia.

- Buenos dias - interrumpe el doctor - ¿Cómo te sientes?

- Me duele el cuerpo y no recuerdo que me pasó.

- Es normal, debido a tu condición- dice, mientras ojea la tablilla de mi información médica- el cuerpo irá sanando, no te preocupes por tu memoria con los días regresará.

- ¿Qué me pasó?- vuelvo a preguntar, necesito llenar ese espacio vacío en mi memoria.

- Layne- el doctor se sienta en la orilla de mi cama - cuando tenemos pérdida de memoria no es recomendable, decirle al paciente sus recuerdos. Puede generar más daño que bien. Dentro de un rato te visitará un especialista y dependiendo de lo que él recomiende, te diremos o no tus recuerdos. Mientras tanto, te pido tengas paciencia y no pongas a tus familiares y amigos en una situación incómoda. ¿Puedes ser paciente?

Asentí obediente, después de todo lo único que quiero es regresar a mi hogar, junto a Ángel. En la tarde vino el especialista, me preguntó hasta el modo de caminar. Algunas preguntas eran muy confusas, otras me generaban rabia o miedo. Durante toda la consulta, Ángel no se separó de mi lado. Me seguía viendo con ojos lastimeros.

Durante mi estadía en el hospital, tuve pocas visitas. No sabía nada del cerdo, cada vez que pensaba en él me daba náuseas. Y los chicos se la casa no me habían visitado.

Por las tardes, venía un psiquiatra, no entendía la razón de su visita. El neurólogo lo solicitó debido a mi falta de memoria. El diagnóstico: falta de memoria selectiva, decía que mi cerebro decidió olvidar un evento traumático. Cada vez que intentaba recordar, comenzaba a sudar, me daban náuseas y un dolor de cabeza aparecía. Todos me decían que debía tener paciencia. ¿Cuando volvería mi memoria?

Aquí les dejo otro capítulo, ¿Qué les pareció?

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Aquí les dejo otro capítulo, ¿Qué les pareció?

¿Qué opinan del cerdo? ¿Qué le pasó?

Como siempre, gracias por sus votos y comentarios. Nos leemos pronto...

Nacida para Pertenecer (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora