Capítulo 29

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Estaba exhausta, Larson había tomado por costumbre torturarla. Ya era buena encontrándolo en el bosque, pero la cacería aún se la hacia difícil. La ira natural en un lobo, se le había difícil. Larson se la pasaba puyandola para sacarla de sus casillas. La mayoría del tiempo terminaba llorando de la impotencia, muy pocas veces se lanzaba contra él, con puños y malas palabras. Sólo en esos momentos él la felicitaba.

Cuando se sentía inadecuada para el cargo, Aheorio le explicaba, que aunque el los lobos eran impulsivos y agresivos, un alfa, debía tener control, sino iría armando guerras por donde fuere.

Sin embargo, no importaba lo que le dijera, ella se sentía débil e inútil. Cada día tenía más tareas, entrenamiento físico, persecuciones en el bosque. Sin contar, una reunión semanal con todo el Consejo paranormal. Allí se hablaba de como iba su avance como futuro líder, sino de todo lo que pasaba alrededor.

Últimamente estaba nerviosa, se estaba corriendo la voz de su existencia y el daño que eso iba acarrear a su raza. Se sintió muy mal al saber cómo sin conocerla ya comenzaban a rechazarla. Aheorio le dijo que era normal, las razas tendían a desconfiar de un ser fuera de lo normal y ella lo era. Le hizo saber que en cuanto la conocieran la seguirían ciegamente hasta el fin del mundo.

Aheorio estaba enseñándole una parte de su historia, cuando Larson entró intespectivamente a la biblioteca.

- ¿Nadie te ha enseñado educación?- reclamo Aheorio al lobo.

- Esto es de vital importancia- dijo sin aire. Miro a Layne con cierta cautela- tu padre y madre han sido secuestrados.

Ella se levantó, un miedo enorme se posó sobre su cuerpo. No entendía, el porqué le importaba lo que le pasaba a sus padre. Ellos no les interesó su vida, le abandonaron.

Pero aún así, sentía un vacío en su interior y un escalofrío recorriendo su cuerpo.

- El Consejo de Lobos sabe que estas viva- reanudó el lobo- creen que ellos te han ocultado.

- Pero, no es cierto- susurró dudosa- ellos me abandonaron. No les importe, nunca.

Larson la observó asombrado, se acercó a ella y tomó sus manos entre la suyas.

- Siéntate, debo contarte algo que muy pocos sabemos- la ayudó a sentarse en un mueble que estaba al fondo de la biblioteca. Era cómodo de un color marrón o eso parecía. Se notaba que era muy viejo, pero cómodo- Tu madre, ella no sabe que estas viva. A ella le dijeron que habías muerto. Desde que te cree muerta, ella fue apagándose. Ya no habla, está muerta en vida.

Layne se sintió muy triste, su pobre madre había sufrido tanto como ella en estos años.

- Tú padre - continuó el lobo. Ella se llenó de ira al escuchar nombrarle.

- ¡Él no es mi padre!- grito, caminado por la habitación, su piel le ardía. Estaba harta de que el mundo manejará su vida como si fuese una marioneta, tenía sentimientos- No me interesa saber nada de él. Presumo que fue él quien le dijo a mi madre que fallecí- Larson asintió, su corazón se rompió.

- ¿Cómo pudo hacerle tal daño a mi madre? ¿no se supone que es su mate? - preguntó buscando la respuesta en aquellos que se habían convertido en sus mentores. Al no encontrarla, salió disparada de la biblioteca, llorando y llena de odio.

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- ¿Dónde está? - sintió un golpe en su rostro. No lograba ver, escuchaba con dificultad. Desde que lo habían traído al Consejo, le habían golpeado y torturado.

Richard se sentía agotado, pero se negaba a dar cualquier información. Estaba agradecido de no saber nada de su hija, lo último que recordaba era el entregarla a una humana para llevarla muy lejos. Sabía que la humana había muerto hace unos años. Por lo que no podrían saber donde la dejó. Por ese lado, se sentía bien al saber que su hija estaba protegida de ser encontrada.

Pero Helen, estaba siendo torturada peor que él. Eso lo llenaba de culpa, ella no sabía nada. La pobre había sufrido tanto. Mientras la torturaban había declarado su verdad, su hija estaba muerta. Al darse cuenta que no sabía nada, su torturador decidió revelarle la verdad. Ella comenzó a llorar, no podía creerlo.

- Me mentiste- declaró a su esposo, al cual no le había hablado en más de una década- ¿Cómo pudiste? Me quitaste a mi hija. Eres un desgraciado, maldita la hora en la que te amé.

El torturador disfrutó tanto el espectáculo que dejó de golpear a Richard para que pudiese escucharla. Richard no dijo ni una palabra, no podía, él había tomado una decisión sin hablarlo con ella, merecía su odio.

- Me das asco, ¿donde está?- suplicó llorando- Richard por favor, te lo suplico devuelvemela.

- ¡NO PUEDO!- le gritó desesperado por sus reclamos- no lo entiendes, no lo sé. Y aunque lo supiese, no te lo diría.

Un silencio apabullante los envolvió. Ella lloraba desconsolada, su pobre niña estaba sola por el mundo.

- ¡TE ODIO! - le gritó, su rostro estaba amorfo de tantos golpes recibidos. Le costaba respirar, pero sus palabras eran un cuchillo clavandose en su corazón- Sí salgo viva de aquí, me iré. No quiero verte más en mi vida. Sólo me has traído dolor y desgracias.

Con esa declaración se desmayó, su torturador se le acercó para ver si había muerto. Richard quería matarlo por tocarla, sí lograba liberarse lo haría. El torturador hizo una señal a otro que estaba en la puerta, levantaron el cuerpo de Helen y lo sacaron de la habitación.

- ¿Está muerta? - pregunto Richard ansioso, lleno de mucho dolor.

- ¿Importa acaso? - respondió sarcástico su torturador, disfrutando de clavarle más profundo el puñal- Es humana y acaba de romper contigo, ya no los une nada. Deberías desear la muerte, porque es mejor que lo que te espera- declaró reiniciando su tortura.

 Deberías desear la muerte, porque es mejor que lo que te espera- declaró reiniciando su tortura

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Esto se está poniendo cadente. ¿Qué opinan de Richard? ¿De la pobre Helen?

Nos leemos pronto

Nacida para Pertenecer (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora