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Sin muchos ánimos, se levanta, se viste y baja a la cocina a prepararse un café para ir a clases. La casa estaba silenciosa, parecía que no hubiera nadie en aquel lugar, logrando hacer que el sentimiento de culpa inundara todo su alrededor.

— Astrid...— llama la voz de Ian a sus espaldas.— ¿podemos hablar?...

— ¿Que mierda quieres?— voltea a verlo a la vez que tomaba un trago de la botella de whisky, antes de cerrarla.

— Quiero que solucionemos esto—contesta Ian con una expresión pasiva—solo no quiero que te pongas en peligro...

— Lo creas o no Ian, desde que tengo memoria me he puesto y he estado en peligro— le da la espalda y cierra su termo.

— Te propongo algo.

Ella voltea a verlo con seriedad esperando a que siga hablando, sabiendo perfectamente que si era idea de Ian, no sería una buena idea.

Veamos que estupidez se le ocurre— penso ella

— Puedo decirles a mis hombres que busquen a esas personas responsables y acaben con ellos.

— Ni lo imagines, que la muerte de Lucía, es asunto mío— advierte caminando en su dirección para salir de ahí.

— Entonces, les digo que te los traigan y tu te encargas de ellos.

— Escuchame Ian, no seré como esos ricos de mierda que esperan con sus bolas desparramadas, sentados a que les hagan en trabajo sucio o le hagan la mitad de ello— lo detiene mientras se cerca a el con una voz amenazante— así que ahorrate tus tratos.

Sale de ahí caminando hacía la salida para poder ir a clases, se monta en su moto y toma camino en dirección a la escuela.

Al llegar, apaga el motor y se mantiene sentada un momento buscando fuerzas para seguir con los líos que tenía en la escuela y en casa. Pensando seriamente en salir de ahí para dirigirse al barrio, pero tenía que cuidar a su familia, a Martillo y sobre todo a Marcus, no podía, no quería que pasara lo que pasó con Lucía, no otra vez.

Se saca el casco y suelta todo el aire contenido; a lo lejos ve a Jones que la miraba preocupado, queriendo a ir a refugiarla en sus brazos. Baja de su moto y toma sus cosas para entrar al edificio de una maldita vez, esperando a no encontrar a nadie que la fastidie.

Ya en su casillero siente como más de una presencia se paraba a un lado de ella, cansada del mismo asunto, se da un pequeño golpe en la cabeza con su casillero buscando la fuerza para contenerse con lo que venía.

— ¡Ay! vi que tu moto tenía agujeros, ¿que pasó asaltaron a la delincuente?—pregunta Natalie en forma de burla.

Kray se traga su enojo con dificultad y sin decir nada cierra su casillero, tomando paso decidida a alejarse de su presencia. Por primera vez, quería evitar un conflicto.

— Lindos tatuajes ¿donde te los hiciste, en prisión?— grita levemente Natalie, volteando a ver en la dirección en la que se iba Kray.

Al escuchar eso se detiene en seco y ahora ella voltea a ver Natalie, quién la miraba con una sonrisa burlona y una ceja arriba. Kray deja caer su bolso y corre hacía ella empujando la, haciéndola caer. Se acerca a ella tomándola de su cabello y enrrollandolo en su brazo para que así no se le pudiera escapar tan fácil.

Todos se ponen alerta al escuchar el grito de las amigas de Natalie y se quedan en shock al ver como la golpeaba Kray, de una manera descabellada. Golpeando su rostro una y otra vez, cegada completamente por el odio y enojó que sentía en ese momento, imaginando se el rostro de todos aquellos que la habían estado jodiendo la existencia desde que llego ahí, causando que el enojo creciera con cada golpe.

KRAY: Cazando a La Leona. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora