MI HISTORIA XXIX
— sí, te agradezco mucho, Grover, toda tu atención, pero tengo que estudiar sola —este tipo ya me tenía hasta la coronilla y solo se me ocurría largarlo de la cabaña de Artemisa, porque ni siquiera me dejaba leer en paz, decía muchas cosas o muchas ideas y era frustrante.
— está bien, tengo otras cosas que hacer —abrí entonces la puerta con un bufido y espere a que el sátiro saliera de la cabaña— recuerda a las diez ir a… —
— a el área de arquería, sí, lo tengo claro, gracias, ahora vete —
— excelente —y una vez que él estuvó afuera, le mire con aburrimiento y terminé cerrando la puerta en su cara— al fin —me había liberado de ese tipo, suspire apoyando mi cuerpo a la puerta y mirando el solitario lugar.
Las cazadoras de Artemisa se habían ido en la madrugada, dijeron que a las cinco de la mañana, pero para mí eso era madrugada.
Habían dejado la casa deshabitada y solo estaba yo, jamás había estado sola en una cosa, solo cuando mamá tuvo que irse por un tiempo, por un trabajo que había conseguido y también cuando murió.
Mire mi mano, aún sentía su calidez a mi lado, en parte creo que eso me calmaba.
Ahora debía vivir yo sola en una enorme cabaña, estudiar de los libros que Grover me trajo y asistir a todo lo que estaba en el intinerario que también él me había propiciado.
Suspire.
Hice un camino hacia el centro de la cabaña, dónde había una mesa con demasiados libros, habían alrededor de veinte libros y no cualquier libro, sino libros griegos de enorme parecer.
Bufé y me senté sobre la silla frente a la mesa.
— αυτό δεν είναι δυνατό —y tire mi cabeza a la mesa con agotamiento, recién había despertado y ahora tenía que leer demasiado libros griegos, todo para estar a la altura de todos los semidioses.
— esto no puede ser posible —
Agradecía los años de práctica y enseñanza de la lengua griega, aunque lo mejore con mucha facilidad. Pero fue gracias a mamá.
Y en momentos de soledad, solo era capaz de pensar en ella, en nadie más.
¿Qué estaría haciendo ahora? Sino hubiera muerto. Tal vez yo estaría en el instituto, ella en casa, luego iría a casa, entrenaría con ella, diría chistes y al final, seríamos nosotras dos.
Bufé sintiendo la tristeza posarse en mi corazón. Pero a la vista el horario del campamento me llamaba, estás enseñanzas eran extrañas, pero me resultaba interesantes y aunque realmente no supiera que hacía aquí, aprovecharía la oportunidad para aprender todo lo que pudiera.
Y empezaría con estos libros, luego con tiro al arco, en exactamente…
DOS MINUTOS
Corrí a gran velocidad a mi cuarto y me cambié lo más rápido posible, tomando la chamarra plateada y botas plateadas, ajustándolas a mí y saliendo de mi cuarto para salir de la cabaña e ir a la clase que estaba predispuesta.
A medida que iba corriendo por el pasillo y cruzando mi área de estudio para salir, me iba poniendo la bota derecha, con mis dientes apretados y apresurada porque tan solo faltaba un minuto y estaba aún en la cabaña. Abrí la puerta y la cerré tras de mí, arreglando mi chamarra sin mirar por dónde iba.
Tal vez por eso me tope con ella, caí de trasero al suelo y me lamente ahí— maldición —
— ¿Que no ves? —pero lo peor fue esa voz, abrí mis ojos de golpe y levanté mi mirada, pero para entonces tenía a la chica mirándome y sonreía de lado— vaya, pero mira a quién tenemos aquí —de verdad tenía tanta mala suerte.
Porque Clarissa estaba frente a mí, con una sonrisa retorcida en su rostro, con su cabello amarrado y una mirada superior, cabía destacar que tenía una lanza en su espalda y un escudo como si fuese un caparazón.
Y estaba segura que se atrevía a clavarme eso en mi cuerpo.
Bufé y baje mi mirada, para levantarme con mis manos y sacudir mi ropa, esto era el colmo, ya había ensuciado mi ropa, aunque estaba acostumbrada a caerme en mis prácticas.
Pero ahora que lo pensaba no sabía siquiera a dónde tenía que ir para arquería.
— ¿Estás perdida? Nueva, aunque no tanto —volví mi mirada a ella, pero la suya fue de arriba abajo— aunque Thalia no es contrincante para mí, me sorprende que alguien más la supere —
Otra vez con lo de Thalia. Nadie tenía nada mejor que hacer.
— debo irme —masculle caminando a donde sea que fuera, con tal de no estar cerca suyo, por lo que no dude en dirigime a mi derecha.
— pensé que tocaba tiro con arco —
— sí, por eso voy allá —que odiosa.
— tiro con arco no queda allá —pare de caminar y bufé.
Lo que le faltaba ahora estaba pérdida. Era imposible, ¿A dónde se supone que debo ir?
— ¿Viste al menos el mapa que te dieron? —y entonces sentí sus pasos acercarse.
¿El mapa? Estrelle mi mano contra mi rostro— ¿Qué mapa? —
Pero Clarissa a mi lado dijo con obviedad— el mapa de todas las cabañas, ¿Que se supone que hacías ahí? —sus pasos eran firmes y frente a mí se cruzó de brazos— no cabe duda que ni siquiera sabes que haces aquí —se burlaba de mí.
Bufé y desvíe mi mirada— no es algo que te competa —masculle con recelo.
— cierto, por eso no debería ni siquiera decirte dónde es el tiro de arco —y sin importancia, Clarissa pasó a mi lado y chocó su hombro con el mío y dijo— no cabe duda que no perteneces a este lugar —y se fue.
¿Que no pertenezco? ¿Podía esta chica ser más odiosa?
Volví a cerrar mis ojos y bufé.
Pero una vez que apreté mis puños y dejé que la ira saliera con inhalación y exhalación, abrí mis ojos y volví a la casa.
— un mapa, ¿Que maldito mapa? —abrí la puerta de la casa y mire entre los libros, pero nada parecía dar indicios de mapa, solo el maldito itinerario.
¿Qué se supone que haría entonces? Si no había un maldito mapa, mire el reloj.
Eran las diez y cinco y yo no estaba en la práctica.
Apoyé mis manos a la mesa y gruñí con odio. Otro día más perdido.
Y cuando lo pensé que había perdido todo, la puerta de la cabaña sonó, alguien tocaba, fruncí mi ceño y caminé hacia ella.
Seguro venían a retarme.
Cerré mis ojos y mantuve la mano en el mando y con un suspiro termine abriendo la puerta esperando lo peor.
— un pajarito me dijo que quizás necesitarás ayuda —
Abrí mis ojos de golpe.
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PERSEA FORKS © - La Gracia de Artemisa
FanfictionCuando Persea Forks vive con su madre y sin problemas, lejos de la vida ajetreada de la ciudad y demás ocupaciones, su madre Lily, le guarda secretos de su padre. Lyra mantiene la idea de que su padre nunca apareció porque decidió vivir su vida inde...