PERSEA FORKS - Lo que se lleva en la sangre

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MI HISTORIA XL

Eran las siete de la mañana en el campamento y ciertamente ya estaba despierta, todos se preparaban, todos y cada uno daba voces de reuniones en sus respectivas casas, aquellos que irían a la gran hazaña que llamaban "misión" tal vez no podía describir la emoción de algunos, la preocupación de otros o la cara inescrutable del miedo de un pequeño, si acaso tenía catorce como mucho y estaba siendo preparado para esto.

Pase por cada cabaña cuando hube terminado mis maletas, para cruzar al lago, dónde todo parecía más pacífico y dónde mis miedos se mezclaban con el mar.

Era lo único que me tranquilizaba de este lugar.

Y también el hecho de que ahora sabía quién era mi padre. Su voz era suave cuando habló conmigo, era comprensible, pero también preocupado. Cada palabra que decía en contra de él, la arreglaba con una excusa o una disculpa y además me había dado regalos, regalos que no pretendía desperdiciar.

Porque por más que se fuera de la vida de mi madre y ella, de la mía, debía demostrar que podía con esto, que todo lo que ella me enseñó, está presente en mí, como una llama que nunca se apaga y que permanecía en constante fulgor.

Había creado un cinturón especial durante la noche, solo para la daga-arco, aunque también estuve pensando en un nombre para ella, pero no se me ocurrió nada, el collar permaneció toda la noche en mi cuello y la flecha, la flecha permanecía con las demás de plata que utilizaban las cazadoras. Debía utilizar las armas de mi casa y esa eran las mías.

Un arco, flechas y yo.

— ¿Qué haces? —y entonces me sobresalté.

Mantuve mi mano en el pecho y volví mi mirada a un Nico Di Angelo con la mirada puesta en el sol.

Sus entradas fantasmas eran terribles.

Baje mi cabeza nerviosa— tomaba aire —al menos debía avisar que se iba a acercar ¿No?

— Quirón dice que debemos ir preparándonos —

Volví mi mirada al lago y suspire, estaba a punto de entrar en algo a lo que nunca me había imaginado— sí, yo solo —y no sabía qué hacer— solo quería sentir paz antes de irme —

— los momentos de paz serán pocos —resumió como una pena.

— ¿Ya has salido a ese tipo de misiones? —

— un par de veces sí —confesó sin muchos ánimos.

— ¿En cuántas... has fallado? —Nico Di Angelo me miró desde su perspectiva y sonrió de lado para volver su mirada al sol.

— nunca lo he hecho —admitió entonces— mueres o vences —

— ¿Morir? —algo se retuvo en mi garganta, tal vez el miedo de la palabra, aunque nunca le había temido a la muerte, ahora sí, el hecho de que está vez sí podría ser certero el morir.

— si fallas en la misión, eso significa que se desencadena otro evento, lo cual conlleva a una guerra, dónde el mundo que conoces estará en peligro y unos pares de monstruos se adueñan de todo —

Y así antes tenía miedo, ahora tenía pavor. Estaba asustada, estaba gritando por dentro.

¿En qué me había metido?

— no sirvo para esto —murmure por lo bajo. Todo me estaba cayendo como balde de agua fría, no podía siquiera moverme.

— has vivido como humana todo este tiempo, es normal —reconoció Nico— cometiste errores pero pudiste recomponer, fuiste a una secundaria sin miedo a que una hidra o un minotauro te persiguiera, no tenías que tener armas en cada lugar al que ibas —dijo sin mirarme— tus pensamientos siempre fueron los de una típica adolescente, solo te preocupabas por el que dirían los demás de ti, pero sabías que en el fondo algo te faltaba —su mirada volvió a ponerse en mí y sentí como la oscuridad me abrazaba— sentías que debía ser más que eso, tu mente siempre estaba despierta, tus reflejos también, la escuela te aburría, las personas no te entendían ¿ O me equivoco? —me rodeaba, yo solo me quedé quieta analizando sus palabras— no te era fácil hablar con ellos, los profesores siempre te regañaban, vivías en un mundo de fantasía —recordaba que cuando iba al instituto lo único que quería era volver a casa a estar con mi mamá y seguir entrenando— te gustan cosas que a las demás personas no, te sientes distinta y sabes que lo eres, en ese momento sabías que eras un fenómeno para las personas —lo era— pero aquí no lo serás —se detuvo tras de mí, sus pasos en la arena ya no se escuchaban y mi corazón estaba acelerado, el viento empezó a soplar, volví mi mirada a Nico— este es ahora tu mundo y esto es lo que realmente eres —el filo de su espada se asomó frente a mí, tragué fuerte, pero entonces se alejó y sacó otra espada, tirando la hacia mí— la adrenalina recorrerá tus venas —tome la espada en mis manos, mi corazón se acelera— tus reflejos estarán activos de por vida —para lo que toda la vida mi madre me entreno— tu vida cambiará para siempre —¿Por qué ahora me sentía? Libre— ya no serás más Lyra Forks, la estudiante la chica rara —sus ojos se encendían en un fuego que atrapaba— ya no serás más la chica desubicada del salón —mis ojos ardían, pero no era por llorar, sino por la ansiedad que crecía en mí— de ahora en adelante, eres Persea Lyra Forks —pronunció y sonaba a gloria— hija de Poseidón, dueña de los mares y para Persea, no hay nada imposible —y lanzó un golpe de espada que al instante logré apartar.

PERSEA FORKS © - La Gracia de ArtemisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora