PERSEA FORKS - El inicio de una historia

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MI HISTORIA I

— Definan su día a día, sus circunstancias, el cómo lo resuelven, lo que sienten, su entorno, su compañía —

Palabras fáciles, circunstancias algo extrañas para los demás, pero creo que lo entenderían.

— ¿Algo así como escribir un libro sobre nosotros? —

El profesor Albert apuntó a Ginny con aceptación— eso es correcto, quiero que escriban un libro sobre ustedes —

— ¿ilustración? —

— eso no importa tanto —

Miré la página, en blanco, entre cerré mis ojos y luego los enfoque nuevamente.

Escribir sobre mi vida en una página.

Moví el lápiz de lado a lado, absorta en mis pensamientos, en mis recuerdos. El lápiz me recordaba vagamente a las flechas que tenía en casa, también me venía a la mente el arco con el que las usaba. Podría decir que la persona con la que mayormente compartía momentos era con Lily Forks, mi madre.

Sonreí al recordar las veces de combate, cuando entrenamos con las artes de la pelea. Tal vez podría escribir las veces que practicaba esgrima con Lily o cuando utilizaba espadas de madera y luchaba contra ella.

Sí, mi madre era un poco extraña en sus enseñanzas como madre, pero me gustaba. Decía que me ayudaría a ser más fuerte en este mundo, no siendo como ellos, sino siendo más fuerte realmente, más ágil, más veloz.

LA VIDA DE PERSEA FORKS

Hice un amago con mi nariz, detestaba el nombre de Persea, prefería poner Lyra, pero el profesor Albert ya me había regañado antes por eso. El seguir indicaciones es importante en la vida de todo estudiante, por lo general lo hacía, créanme que sí, pero a mi manera, bufé y tiré mi cabeza sobre mi pupitre.

De verdad sería genial poder contar todo lo que hago a mis compañeros, pero acorde con mi madre no decirle a nadie, ya que una guerrera no decía las cosas que hacía, pero sí mantenía un perfil bajo. Y contar sobre mis entrenamientos, estaba prohibido.

Por eso debía quitar eso de mi cabeza, tal vez diría que leía libros, lo que era cierto. En las tardes leía libros sobre las artes marciales, sobre los orígenes de cada arma, sobre los puntos débiles de los seres humanos.

¿Eso sonaría raro en una descripción propia?

Yo creo que no...

— Señorita Forks —cerré mis ojos, aquí vamos de nuevo.

La desaprobación del profesor Albert siempre era vista en sus clases— ¿por qué no ha iniciado? Creo que recuerda bien que dije que quiero eso para el final de la clase —acto seguido miró el reloj— son las doce y veinticinco, ¿cree que en cinco minutos pueda avanzar todo lo que ha avanzado sus compañeros —desvie mi mirada.

— Estaba empezando a escribir, de hecho —masculle tapando mi hoja con recelo.

Pero la mirada expectante del profesor me mostraba lo poco que me creía— su tiempo se agota, Persea —y dicho eso se fue.

Bufé, odiaba ese nombre.

Volví mi vista a mi hoja.

Escribir sobre mi madre era buena idea, ella pasaba el tiempo completo conmigo. Podría decir que siempre preparaba un chocolate por la tarde, que tenía un peinado único, también que trabajaba medio tiempo en una biblioteca -sí, de allí venían los libros que tenía yo- podría escribir las veces que veía a mi madre quedarse a al orilla del río que separaba nuestros terrenos con otro, absorta su mirada en ese río, en el agua. A mi madre le traía nostalgia aquel lugar.

Conocía a Lily tan bien que siempre que sentía algo ya la había descubierto yo antes.

Después de los trotes por la mañana, Lily frente a ese río nos hacía sentarnos, tomábamos del termo que traía el chocolate caliente y ahí empezábamos el entrenamiento de lucha.

Mi madre era muy buena en eso. Demasiado buena.

Rasque mi nuca, cuantas veces no me tiró al suelo.

El timbre sonó, abrí mis ojos de par en par, mi hoja estaba en blanco, trague fuerte y vi como el profesor venía de puesto en puesto tomando las hojas de todos. Parpadee unas cuantas veces, ¿ahora que haré? si no entregaba esta tarea, todo mi semestre se iría a la borda.

Piensa Lyra, piensa, piensa, vamos, tú puedes.

Un foco se encendió, abrí mis ojos y tomé la iniciativa de escribir algo rápido y sencillo, sino entregaba esto mi madre seguramente me sentenciaba a algo. No quería eso.

— Persea Forks —ya lo escuchaba llegar, solo un poco más, un poco más, por favor, sí se puede.

La hoja desapareció de mi mano. Trague fuerte, retuve el bolígrafo en mis manos y espere su comentario.

Pero lo mire de reojo y vi fruncir su ceño— Forks, ¿me esta tomando por tonto? —me miro enojado y tiró la hoja frente a mí— esos garabatos sin sentido, ¿que clase de estudiante es usted? —

Postre mi mirada en mi trabajo, ¿que no entendía? pero si había escrito bien— pero, profesor... —

— ¿Es esto una broma? Persea Forks —de verdad, detestaba ese nombre.

Pero madre siempre decía, mantén la calma, Lyra, las personas no te entenderán, pero tú no debes ser como ellas.

Trague fuerte— no señor, solo que esta escrito muy rápido, pero es muy legible —

— Eso no es español, Forks —replicó con desdén.

Y ahí entendí todo, fruncí mi ceño y parpadee unas cuantas veces, la costumbre mía de tomar las cosas y verlas fácil, era cierto, mi profesor jamás entendería lo que estaba escribiendo.

— es griego —masculle absorta en mi hoja.

— ¡¿griego?! —él estaba exaltado, pero era entendible.

Mi madre me había enseñado griego desde pequeña, por eso siempre me resultaba más fácil escribir en griego que en mi idioma, la dislexia que dijo mi madre que tenía me prohibía muchas veces entender el español, es por eso que el griego me era más fácil.

El profesor Albert terminó por proponer una cita a mi madre, para decirle todo. Me dejó ir con un sabor amargo en mi garganta, la vergüenza frente a él, por suerte muchos de mis compañeros ya habían salido de clase.

Suspire pesadamente al llegar a casa, cada día era una batalla constante con ese hombre. Pero, la casa estaba en silencio, fruncí mi ceño dejando mi mochila en un lugar y subiendo las escaleras para la cocina, pero no escuchaba a mi madre.

Pare a mitad de las escaleras, en cuanto divisé algo moverse en lo bajo, fruncí mi ceño y baje las escaleras, tomando de un tubo delgado una espada que había ahí, ¿la razón? Mi madre acostumbraba a por lo general asustarme de regreso a clase para probar mis destrezas. Era por eso que debía estar atenta.

Cruce por la parte de abajo de las escaleras buscándola por la sala, pero no estaba a la vista. Cerré mis ojos y aferre mi agarre a mi arma, tratando de escuchar sus pasos o sentirlos en el suelo de madera, pero ella parecía estar quieta.

Vamos Lyra, tú puedes, solo siente... se movió. Dirigí mi mirada hacia la salida hacia la parte trasera de la casa.

Entre cerré mis ojos y sonreí, ella estaba fuera.

Entre cerré mis ojos y sonreí, ella estaba fuera

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PERSEA FORKS © - La Gracia de ArtemisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora