PERSEA FORKS - Washington Long

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 MI HISTORIA IX


— se llama el campamento de semidioses, eres una por lo tanto tienes que estar con tus iguales —

En la cafetería de Washington Long, Nueva York, se hallaba una peculiar conversación, entre jóvenes hablando de fiestas, señores de trabajos, divorcio en proceso. Artemisa tomaba un café entre sus manos y daba sorbos a medida que lo saboreaba muy quisquillosa.

Mis ojos se sentían tan pesados, si acaso mi cabello había logrado solo peinarlo a medias, mi vista peculiarmente iba a la calle, sentía tranquilidad al ver los carros pasar uno tras otro, mirar a Artemisa no me daba mucho aliento.

— este café es delicioso —parecía más concentrada en su café, que en lo que realmente me estaba diciendo.

Y a decir verdad, nada de lo que ella decía me era de relevancia, me resultaba tan falta de interés en mí por eso, simplemente escuchaba lo que quería decirme, aunque para ser sincera sus palabras solo eran comentarios, como: campamento de semidioses, estadía completa, mejorar tus movimientos, luchar contra monstruos, casa de Artemisa.

— dijiste que debía quedarme en la casa de tus hijos —el café en mi mano estaba intacto, era muy cortés en invitarme a uno, pero realmente no tenía ganas de tomar nada, el duelo aún estaba en mi corazón, hacía dos días que había emprendido mi viaje a Nueva York y dejado atrás Forks, mi hogar, había dejado atrás a mi instituto, mis cosas, mi casa y simplemente había tomado mi pasaporte e identificación para salir de casa para siempre, pero aún tenía muy presente, que regresaría ahí, con o sin ayuda, lo haría, no creía soportar más tiempo en un lugar desconocido.

— verás que es una casa de mucho orden, todos estarán encantados con tu presencia —oportunamente mostraba una sonrisa.

— dijiste que mi padre era un dios —guardó silencio, entonces tuve la osadía de dirigir mi mirada a ella, mi voz salía tan ronca y apagada, que por momento sentía que estaba enojada, pero no era el caso— ¿acaso su hija no puede pertenecer a su casa? —apoyando mi espalda en la silla vi como Artemisa deslizaba sus dedos por el vaso de café.

— son procesos complicados —masculló con pesimismo, más no quería decirme la verdad.

Pues inclusive los dioses tienen expresiones que se pueden diferenciar, una mentira o un secreto, nada podía ocultarse tan bien, Artemisa parecía luchar mucho para ocultar eso, pero no creía que necesitaba tanto esfuerzo, no me interesaba saber de él o hablar con él. Él tampoco sabía de mi existencia, creo que era mejor así.

Si Lily así lo pensó.

— na sas po aftá ta prágmata tha éthete se kíndyno pollés apofáseis pou élave i mitéra sas —y esta era la cuestión, que siendo dioses y no conocían todos los humanos, Artemisa había hablado en griego, algo que profundamente admiraba de alguien y ella no sabía de mi aprendizaje en Griego.

_να σας πω αυτά τα πράγματα θα έθετε σε κίνδυνο πολλές αποφάσεις που έλαβε η μητέρα σας _

Y creo que en esta situación hubiera deseado no entender lo que Artemisa decía, porque ahora la duda crecía en mí, un griego muy básico que había logrado descifrar en cuestión de segundos.

contarte estas cosas comprometería muchas decisiones que tomó tu madre —suspire con pesimismo con esto en la cabeza.

¿Comprometer cosas que Lily había dicho? ¿Qué clases de cosas ha hecho Lily para que sea algo tan oculto así? Me estaba diciendo acaso que no conocía a mi madre. Esto era gracioso.

— Entonces, ¿cómo puedes decirme que vaya a una casa que desconozco? —el café permanecía entre mis manos— ¿cómo puedo ser una semidiosa? —y ahora pensándolo bien— se supone que los dioses tienen poderes o dones, no lo sé, realmente no puedo decir con certeza qué es ello —masculle con pesimismo.

Tomo mi mano— con el tiempo encontrarás que es un buen lugar —sentía demasiado ajeno su toque, lo quite con sutileza.

— escucha, sea lo que sea que mi madre te haya dicho, me temo que no podré cumplirlo —el nudo en la garganta estaba creciendo, cada que la recordaba, dejaba un mal sabor— no podré estar en un lugar al que no pertenezco, mi casa está en Forks, aquí ya no tengo nada que hacer, si mi madre quería dejar atrás Nueva York, debió haberlo hecho por alguna razón ¿por qué entonces me traes aquí? —sentí asco con mis palabras, darme cuenta que Lily realmente me había mentido, era demasiado detestable.

La mirada de Artemisa se posó por mí y casi podía sentir como mis ojos eran pillados por las lágrimas que amenazaban con salir. Recordaba que cada que mi madre me veía llorar me consolaba con algo de entrenamiento, decía que mi mayor compañero sería siempre un arco o una espada.

Oportunamente la sonrisa de la diosa frente a mí sonrío— tu madre siempre decía que: en este mundo tendrás que enfrentarte a muchas cosas, el mundo no siempre será color de rosas o risas y diversión —parpadee unas cuantas veces, era su voz— debes prepararte, tanto mental como físicamente para el momento en que ya yo no esté a tu lado, así nadie te podrá hacer daño, ni tratarte de tonta —realmente era su voz, mis labios entreabiertos y mi mirada pegada en Artemisa, la voz de aquella mujer golpeaba en mi corazón, era como un espejo de la voz de Lily, realmente era como escuchar a Lily.

No pude evitar recordar la silueta de aquella mujer, la manera en que sonreía y se comportaba, cuando me regañaba y cuando comíamos o jugábamos juntas, pero mayormente cuando entrenamos.

— no lo he olvidado —masculle ocultando el dolor de esas palabras, sintiendo como me hacía un hueco en el corazón, había perforado mi alma.

Tome la taza de café.

— ahora, te daré mi consejo —acomodándose en la silla embeleso sus ojos en mí, fruncí mi ceño con cautela en cuanto la vi por instantes indagar en mi alma con su mirada— las cosas que verás ahora, serán mucho más complicadas, pero no te afanes por nada, procura siempre mirar al cielo y respirar profundo, cada que necesites ayuda pídela a la luna, te escucharé y vendré en tu ayuda, la gracia de Artemisa ahora está sobre ti, no la desestimes —

Respire hondo, evadiendo lo que ella estaba tratando de hacer, inculcar con su mirada confianza en mí— ¿hay forma de perder esa "gracia" ? —

Frunció su ceño y por un momento quiso formular algo, pero se retractó y se incorporó en su silla, tal vez sí la había— creo que también debería advertirte de eso —masculló por lo bajo.

PERSEA FORKS © - La Gracia de ArtemisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora