PERSEA FORKS - Esta vez es mi turno

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MI HISTORIA LIX

Habían tres cosas que nadie te enseñaría si eras un semidiós o al menos yo hasta ahora solo había encontrado tres:

1. Nadie te pediría que entres a una batalla a la fuerza, si es necesario te apartarán para ganar.

2. No esperarán que te unas a su grupo solo por ser una hija de los “Tres Grandes”. Si es posible harán lo posible para deshacerse de ti y mostrar que son mejores que tú.

3. La valentía no llega con alguien, ni se crea espontáneamente, crece con cada paso que das hasta que llega en un momento en el que la epifanía de un momento acciona todo aquello que has guardado y te obliga a buscar nuevas posibilidades de lograr tus objetivos.

Y ahora lo sabía, parte de mí era ser la más fuerte, pero también descubrir mi propio ritmo, debía encontrar lo que realmente me guiaba y seguirlo hasta el fin, ahora no era por ser lo que mamá quería que fuera, no era por ser fuerte, ni mucho menos llevar el duelo correctamente, ahora se trataba de tener mi propia sonata en el mundo al que ahora pertenecía, no dejarme guiar por nadie, encontrar mis aliados, mostrar mi fuerza sin exagerar, ser sigilosa cuando debo y mantener mis pies sobre la tierra para saber controlar la furia interna que cargaba, aquella que emanaba y se unía con las voces del océano y me dejaba actuar con descontrol. Debía ser yo misma y tomar el poder en mis manos.

Si mi vida va a significar algo, tengo que ser yo quien la viva.

¿No?

Todo ello fue lo que pensé después de ver a Nico Di Angelo escabullirse por la plataforma rocosa que cruzaba al otro extremo de la gran caverna y lo ocultaba en lo que parecía otra pequeña caverna, dato curioso de este lugar, parecía tener una caverna dentro de otra  otra caverna dentro de una, cosas así.

Nico había llegado al otro lado sin ser detectado por los cíclopes y eso ya representaba una victoria para nosotros, me miró y supe lo que quiso decirme: era hora de actuar.

Tomaría la parte sigilosa para atacar a los cíclopes y yo los atacaría por enfrente, Ezio lo acompañaría con los ataques sigilosos cuando fuera necesario, pero lo vi tambalearse antes de poder siquiera caminar hacia su plan y me di cuenta de la realidad, Nico no estaba bien y no podía permitir que arriesgará su vida, por eso lo hice, por eso me aliste y me mentalice en derrotarlos a todos por mi cuenta, me exigí hacerlo. Esto me recordaba a las veces me tocaba actuar en los eventos de primaria, cuando la directora nos mandaba a hacer actuaciones y de vez en cuando me tocaba salir detrás de escena y dar tu mejor actuación, esto me recordaba vagamente a eso,  accione mi daga/arco y saque de las cinco flechas restantes que me quedaban y la uní a mi arco y camine hasta lograr llegar al punto céntrico del lugar y tener a mi vista a uno de los tres cíclopes, estaban en un punto fácil, era buena en el arco, podría hacerlo, sé que podría así que estiré mi arco mientras ellos estaban distraídos.

Y apunte a uno justo cuando levantaba su cabeza, su solo ojo me miró con sorpresa y me recordó a los cíclopes de la embarcación y como atentaban contra la vida de los tripulantes, era lo suficientemente inteligente como para saber que no quería que eso sucediera otra vez.

— esta vez es mi turno —masculle antes de tirar de la flecha y dejar que el brillo celestino se fuera con ella.

— ¡Tirador! —la flecha le atravesó el ojo y cayó al suelo y en cuanto pude tome otra flecha y la puse en el arco, pronto mi corazón comenzó a tener un frenesí aún más fuerte que los anteriores, ahora no solo se trataba de sobrevivir, ahora se trataba de proteger y de alguna forma eso me asustaba, no quería tener que ver a nadie más morir, no frente a mí y mientras estuviera consciente no dejaría que eso sucediera, los cíclopes se percataron de mi presencia y al instante cuando vieron caer a su compañero ellos se defendieron— ¡Flecha a la vista! —uno de ellos tomó una roca y lance una flecha a su brazo pero solo lo hizo tambalearse antes de que tirará la roca hacia mí, atisbe como pronto los chicos colgados me prestaron atención y en un lapso me sentía bajo el foco de su aprobación, baje la cabeza cuanto antes, sino la perdería por la enorme roca que cayó tras de mí y chocó contra la pared me corrí a un lado y volví a lanzar otra flecha, trataba de tirar al cíclope que se atrevía a lanzarme rocas, pero mis manos temblaban y apenas me costaba respirar, tire otra flecha y esta vez dio en su pecho se estrelló contra la pared y al instante vi al otro tomar la soga para tomar a uno de los rehenes, corrí y tomé otra flecha para lanzarla sin mucha precisión y terminar dándole en su antebrazo y hacerlo retroceder, una ráfaga de viento sopló frente a mí y me di cuenta de la roca que venía en mi sentido, corrí a un lado nuevamente hasta que me di cuenta que estuve en el lugar de antes. Fruncí mi ceño. Tome otra flecha y me di cuenta que solo quedaba esta y la flecha especial, habían dos cíclopes, debían usarla con sabiduría, sino no tendría otra opción más que arriesgarme a acercarme, entonces antes de que pudiera estirar el arco para lanzar la flecha una roca venía en mi dirección, ¿estos tipos no se cansaban de lanzar rocas? Entiendo que había obstáculos para llegar a mí, pero al menos otro método sería más eficaz. Baje la cabeza por tercera vez y vi al trayectoria de la roca hasta que quiso caer sobre mí y me hice a un lado y en ese instante divise lo que se consideraba una brecha, fruncí mi ceño y casi al instante pude escuchar las olas de mar, estábamos cerca del mar— ¡lanza otra; lanza otra! —y se me ocurrió que quizás, si estos tontos lanzaban otra roca, la pared podría derrumbarse en esa pequeña brecha y me permitiría tener el acceso a una gran cantidad de agua a mí poder, sonreí victoriosa cuando lo obtuve y me dispuse a lanzar mi última flecha, de pronto algo en mí ardía con grandeza y estaba segura que era el espíritu de valentía que se demostraba con gran fulgor. Si era necesario esta flecha ya no se me sería de utilidad y con el océano de mi lado tendría más posibilidades, así que la lance al cíclope que estaba dispuesto a lanzarme una roca y termine hiriendo su abdomen, pero no le importo porque le hizo gracia y dijo— ¿es lo mejor que tienes? —y endureció su estómago y la flecha se quebró, era una amenaza, lanzó la última roca y pronto todo lo sentía como un conteo regresivo, como en cámara lenta, la roca apuntaba a mi cabeza, pero rodé por el suelo antes siquiera de que me tocará y solo vi como las rocas de la pared se desmoronan y la roca caía al agujero donde las otras fueron a dar.

PERSEA FORKS © - La Gracia de ArtemisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora