Los momentos en el que no entendía nada o no quería entender nada iba a Cabeswater.
—Adam. —sonrió una bella mujer. —La escuela no ha de ser tan complicada como la pinta Ronan, después de todo. —su pálida mano le llamaba para que le acompañara.
—Para Ronan lo es. —se acercó un poco más. Tal vez Aurora Lynch era el principal motivo de ir a Cabeswater. No era un remplazo de Phersephone, no era un escape, para Adam era alguien que lo comprendía. Era la madre soñada que todo el mundo quiere.
—¿Qué arreglaras esta vez?
—Lo mismo de siempre. —el tronco crujió al tener su peso encima. —Tal vez Ronan venga a ayudar, hay piedras que necesitan ser cargadas por más de una persona.
—Es correcto.
Mentira. Adam Mentiroso Débil Parrish.
—Lo esperemos, entonces. —después de eso comenzó una canción. Adam tuvo que girarse para escuchar mejor. Aurora Lynch le acarició el cabello sin permiso por lo que provocó un pequeño susto. Ella sonrió cálidamente, entre la canción y un "lo siento". El cabello de Adam fue colocado detrás de su oreja, no puedo escuchar ni el rose de la acción. Aurora Lynch no dejó de cantar hasta que Ronan la interrumpió. —Hijo. —saltó como resorte hacia Ronan.
—Hola, mamá.
Ronan parecía un niño, un niño súper alto con facciones rudas. Un niño con una hermosa sonrisa, un niño que abraza y besa a su madre con cariño. Apartó la mirada rápidamente, vio hacia los árboles de Cabeswater <<que bonitos están hoy>> pensó. << ¿Sólo hoy?>> contestaron.
—Quiero decirte algo. —empezó Ronan. Tal vez sentía un poco de miedo, después de todo... Aurora Lynch es madre, y las mamás se preocupan por sus adorados hijos, así que tal vez, podría ser que hubiera cierto porcentaje en el que Aurora Lynch se opusiera, le dijera a su amado hijo que podía encontrar a alguien más, alguien que no tuviera tantos demonios como Adam.
Un fuerte brazo tiró de Adam, apartándolo del tronco.
—Nosotros estamos saliendo. —Lynch le apretó en un abrazo. —Es mi novio.
Cabeswater sopló, llevándoles hojas de diferentes colores: verdes, cafés, amarillas, rojas. Adam sólo podía ver sus pies. El viento soplaba suavemente, abrazándolos y susurrándoles.
—Me alegro tanto. —la madre de Ronan se une al abrazo. —Pórtense bien, sean felices y cuídense el uno al otro. —dejó de abrazarlos y vio directamente a su hijo. —No seas un idiota con él, aprecia lo que tienes frente a tus ojos, porque es amor.
Le ardieron los ojos, el corazón latió con fuerza, el alma voló fuera de él y regresó. Iba a llorar. Pero no es tan débil.
—Tenle paciencia a veces es un poco despistado, y no dudes en regañarle, regáñalo tantas veces sea necesario. —vio a Adam.
—No soy un niño, mamá.
Claro que parecía un niño, Adam rio.
—No te tienes que preocupar por hacer la comida, le he enseñado todo lo que sé, así que no te dejes engañar. —sonríe. —Has que te cocine todos los días.
Hasta ese momento, lo único que había probado de Ronan habían sido sus labios, así que Adam de repente tuvo la necesidad de que le preparara el desayuno o alguna comida.