Una brevis

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Coca-Cola fredda senza ghiaccio III.


—Necesitamos ... - no logra terminar de hablar, el hombre lo eleva entre sus brazos delgados y camina hacia otro callejón. Su alarma de lógica se enciende.

¿Qué tal si ese hombre se dedicaba a robar chicos estadounidenses con trasero pueblerino?

—Es mi casa, está cerca. —Gruñe. Como si fuera molesto explicarle lo que los pensamientos de Adam susurran a sus espaldas.

Ni siquiera le dijo a su amiga que iba a escaparse con el bar tender. Tenía los pantalones tan encendidos que su mente dejó de pensar, su cerebro lo abandonó.

Bajó de los brazos delgados para que el bar tender pudiera abrir la puerta, aprovechó para sacar su teléfono y mandar un mensaje, algo que le avisara a su amiga que estaba con alguien y algo para que ella no se preocupara en buscarlo y dar aviso a la policía.

—¿Quieres ir a mi habitación?

—¿No prefieres tener sexo en cada rincón de tu casa con un extraño?

Es una broma, pero el hombre se lo toma muy enserio. Deja sin aliento a Adam, lo devora con suavidad y luego las cosas suben de nivel hasta dejarlo viendo estrellas. Es sólo un beso, caramba ¿cuánto tiempo no ha tenido sexo como para sentirse una colegiala de quince años? (aunque Adam sólo fuera tres años más grande).

Le arranca el suéter gris que lleva y que descuidadamente tomó para cubrirse antes de salir corriendo del hotel y enfrascarse en una "aventura". Una mano blanquecina juega con su pezón, el otro está entre los labios del bar tender y la otra mano está sujetándose fuertemente de su cadera. Las rodillas le fallan, el cuerpo entero flamea en un escozor de placer. Los labios dibujan una línea imaginaria de besos, chupetones y mordiscos hasta llegar a la orilla del pantalón. Su respiración parece regresar a la normalidad poco a poco, pero el corazón sigue desbocado. Jadea, el hombre no pierde tiempo en engullir su miembro, en tocarle los glúteos y tragarlo completo ¡Santo cielo!

—Basta- no- no hagas- eso. —Quiere jalarle del cabello y hacerlo retroceder. Es imposible de hacer así que intenta buscar la fuerza para poder hablar de nuevo, pero la boca del bar tender hace algo que Adam no se espera, su cuerpo tiembla en un placer excitante y se corre dentro de la boca de él.

—Eso fue bastante.

La cara le arde. Recompone, obligadamente, su cuerpo y su mente.

—Lo siento ...— le limpia un poco de líquido blanco con su dedo.

—Si lo lames te perdono.

Sueños, sin pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora