Solum.

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Era Ronan quién tardaba en disculparse, Opal había contado dos días en los cuales Ronan no había llegado. Cuando pasaban tres días, Adam comenzaba a actuar raro, estaba intranquilo hasta el punto de encerrarse él solo en la habitación, pero no podía abandonar a Rory, y gracias a eso Opal no quedaba sola esperando a que esos dos se reconciliaran. Opal abrazaba a Adam todo el tiempo, porque Adam parecía que iba a romperse en cualquier momento, porque los brazos de Ronan no estaban para proteger a Adam del mundo. Simplemente, Adam, no tenía otros brazos que pudieran sostenerlo mientras esperaba a Ronan.

Opal sabía perfectamente diferenciar quién tenía la culpa; cuando Adam era el responsable, él pedía disculpas después de salir un rato, tomar aire, y resoplar. Adam pedía perdón, Adam era perdonado, Adam y Ronan comenzaban a besarse. Ronan no parecía sufrir mucho.

Pero cuando a Adam le tocaba ser la víctima, cuando Ronan era el responsable, era Adam quien salía perdiendo. Era Adam quien se tragaba el amargo llanto que sentía.
 Opal no podía soportarlo, así que cuando miraba a Ronan poner su cara de arrepentido, ella le daba un buen golpe, le daba una mordida y le aventaba un conejo muerto (o cualquier otro animal muerto, para Opal no resultaba un problema conseguir uno).

—No lo sé... no, si estuviera aquí te hubiera contestado él. Sí, le llamaré, no creo que me responda de todos modos. No, ¿con quién dejaría a Opal y a Rory? No, Gansey, no voy a dejar a mis bebés al cuidado de una extraña sólo porque Ronan está haciendo un berrinche.

Opal escuchaba desde la cocina, ¿por qué Ronan desaparecería? ¿ya estaba en camino para disculparse con Adam? Opal le dio otra galleta a Rory.

—Te llamaré cuando sepa algo. No, no voy a tratar de buscarlo...

La puerta del apartamento se abre con tanta fuerza que Adam pega un grito, Opal salta de la mesa y arrastra la silla. Rory sigue comiendo su galleta.

—¿Ronan?

—Lo siento, ¿Si?

—Sí, Gansey, es él. —Adam termina la llamada. —Cielos, puedes matarme de un susto, Lynch.

Opal le avienta la silla a pesar que no es un intruso. Llega a patearle, morderle y gritarle en latín, en español, en ambos idiomas.

—Opal ya vasta. —Ronan la aleja, Opal le gruñe.

—Tenías a todos preocupados.

—He conducido como un loco.

—No, porque si hubieras conducido como un loco hasta aquí, no hubieras tardado tanto.

—Necesitaba pensar.

—¿Pensar en que te enamoraste de un chico de una maldita familia pobre?

—Adam, no es eso.

—Descuida, mi familia no es tan perfecta como la tuya. —Adam limpia los restos de comida de Rory. —¿Pueden ir a la habitación? —Opal niega. — Por favor. — Opal niega. —Está bien. —Adam parece cansado, las peleas con Ronan lo dejan exhausto.

Sueños, sin pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora