Capítulo 24.

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Dejó la farmacia; Owen, dormía tranquilamente; la noche se hacía más y más fría

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Dejó la farmacia; Owen, dormía tranquilamente; la noche se hacía más y más fría. Le recordó el día en el que se subió al auto de Ronan.

¿Qué estaría haciendo en estos momentos? ¿Se arrepentía de lo que había hecho? ¿Se preguntaba si había hecho algo malo? ¿En qué pensaba Ronan? ¿Estaba tranquilo? ¿Se habría lastimado? ¿Por qué, siendo Ronan un alfa dominante, se detuvo de atacarlo? ¿Por qué Gansey no había tenido la voluntad de Ronan?

No existía excusa, los alfas podían contenerse de atacar a los omegas, pero aun así ignoraban ese hecho y preferían sucumbir al deseo. 

Ojalá pudiera dejar de pensar en Gansey.

Encaminó sus pensamientos a Kavinsky y Ronan. De esos dos se podía saber inmediatamente. Cualquiera en el pueblo sabían que, con sus lujos autos, utilizaban la autopista principal como pista de carreras. Al principio creyó en los rumores de que eran pareja, de que eran el dúo problemático del pueblo. Pero, Ronan, tenía buenos sentimientos, era rudo, era fuerte, era un demonio negro con alas de cuervo que guardaba y escondía un corazón noble, puro. Era alguien capaz de verse tan aterrador, pero de suprimir su deseo animal (algo, incluso, igual o más aterrador).

¿Qué eran Ronan y Kavinsky? Porque era claro que, Kavinsky, estaba un poco loco por Ronan, pero ¿cómo se sentía al respecto él? ¿Sentía, Ronan, lo mismo?

Ensimismado en sus pensamientos, dio un fuerte brinco al ver el auto que le tocó la bocina, << ¿Ronan? >>, pensó, deseaba poder verlo, que fuera su auto y que ambos pudieran hablar. Pero no. La suerte de Adam parecía no existir,  juraba que nunca en su vida había roto un espejo o cruzado debajo de una escalera, y, aun así, allí estaba.

Del auto, un hombre trajeado salió, con aires de grandeza y despectivo.

—Adam Parrish, supongo. —la frialdad y el desprecio de sus palabras congelan cada músculo de Adam. —El aroma es bastante evidente como para negarlo. —Adam retrocede una pulgada. —Mi hijo te marcó. —no es una pregunta, es un claro reclamo.

No sabe cómo responder, qué decir.

—Déjame ver a ese bastardo.

El aire dejó de llegarle a los pulmones, todo el cuerpo de Adam dejó de funcionar. El padre de Ronan fácilmente le quitó a Owen, su hijo despertó y ante el extraño comenzó a llorar.

—Por favor... —rogó con la voz en un hilo. —¡No! —dio un grito desgarrador, el señor Lynch se alejó, vio hacia Adam y amenazó con dejar caer a Owen. —¡Por Dios, no lo haga! ¡No lo lastime!

—¿Te acostaste con mi hijo?

—¡No, lo juro! ¡No lo hice!

—Voy a lanzarlo, ¿crees que estoy jugando? ¡Te acostaste con mi hijo!

—¡Solo con Declan, lo juro, lo juro! ¡No tuve nada con Ronan! Huelo a él, pero solo es su aroma, no... no hicimos nada.

—¿Qué voy hacer contigo? —le pregunta a Owen. —¿Qué voy hacer contigo? —mira hacia Adam. —No me gusta sentirme amenazado.

Sueños, sin pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora