—No me agrada.
—Tienes que ser más específico, Lynch.
—Ese Marcus.
—Ah, descuida, antes trabajó como "cadenero" en un bar... o algo así. Tiene un acento raro.
—Porque es ruso.
—Puede ser. Que no intimide su aspecto robusto, tu eres más guapo. ¿Te quedarás esta noche?
—Si no tienes otra sorpresa para mí.
—Tengo una más, estoy seguro que esta te gustará.
Vuelven al apartamento que renta el "compañero" de Adam. No está nada mal, pero entiende por qué no quiere vivir allí. El maldito lugar está en medio de un barrio de hippies, videntes, adivinas y gitanas. —Es mi habitad natural. —concede Adam, adelantándose a los pensamientos de Ronan.
Suben en el elevador, tan sólo un piso. Adam sube su bicicleta con él porque no confía en los de abajo a pesar de que parezcan inofensivos filántropos de la paz mundial. Abre la puerta con su llave, deja que Ronan entre primero, luego entra Adam y coloca su bicicleta en la entrada en donde no estorba.
Es un lugar bastante amplio con una enorme ventana que deja un balcón con varias macetas de flores de diferentes colores y olores. Frente a él hay una enorme sala con sofás de cuero, una enorme televisión pegada a la pared y, oh, más macetas. La cocina es pequeña, a lado esta una puerta.
—Está mal diseñada, lo sé. —avienta su mochila al sofá, se sienta en el que está cercano e invita a Ronan. —No hay muchas habitaciones, —se encoje de hombros. —Arthur vendrá por su televisión mañana, me dejará el juego de sofás porque claramente no los puede meter al cuarto de la universidad.
—¿Dónde duermes? —Ronan aún sigue parado en la entrada.
—En el suelo, hace mucho frío por las noches, pero es soportable. —juega, va por Ronan y hace que camine hacia el sofá. —Estoy junto a la cocina, solo cabe una cama y una mesita de noche. Por allá está el baño. —señala casi donde estaba Ronan parado.
—¿Quién eres? —dice por fin Ronan.
—No estoy pretendiendo ser alguien más. Trabajo, como el Adam de Henrietta, estudio, como el Adam de Henrietta, te tengo como el Adam de Henrietta te tiene. No soy más que Adam, Adam Parrish.
—Sí. Sigues siendo el mismo idiota que no dice nada a pesar que su padre lo golpea, el mismo que prefiere pasar trabajando todo el día en lugar de pasarla con sus amigos, el mismo nerd en los estudios, el mismo de siempre.
Le duele escuchar esas palabras.
—Hablé con mis padres antes de venirme. Trabajo en un lugar que no me exige más de lo que puedo hacer. Tengo amigos, cuando tenemos tiempo libre vemos una película o algo así. Tengo que estudiar duro si quiero graduarme. Soy diferente, pero tú sigues viéndome como el maldito niño golpeado por su padre, que tiene una familia de mierda y vive en una pocilga. ¿Qué quieres de mí, Lynch? —Adam no quiere explotar y decirle que es Ronan el que sigue siendo el mismo. El que sigue obsesionado con Cabeswater, el que sigue soñando, el único que tiene magia, es el que aún vive en Henrietta.
Ninguno tiene nada que decirse o recriminarse.
—Me voy.
—Te veré el fin de semana. —contesta Adam sin levantar el rostro.