La felicidad y emoción de Adam le causaba a Opal el mismo sentimiento, ella estaba contenta si miraba a Adam de esa forma: tarareando una canción, moviéndose al compás de la melodía, colocando arreglos navideños aquí y allí. Por un segundo Opal creyó que no regresarían como los años anteriores, que la navidad Lynch estaría aquí en el apartamento de Adam. Pero estaba equivocada, la navidad era un ritual de Ronan. Así que desenredó los focos navideños y le dijo a Adam qué más podía hacer, a lo cual la mandó (junto con Rory) a poner pequeños ramilletes de flores rojas en donde hubiera una mesa (sólo habían cuatro y también se contaba la de la cocina). Después, Rory y Opal comenzaron a jugar con los adornos y quedaron salpicadas de brillantina.
Cuando terminaron de colocar todo, de tomar fotos, de descansar y comer un poco, Adam, Opal y Rory salieron a comprar regalos. Adam se esforzaba demasiado para que Opal no descubriera el obsequio, por lo que ahora mismo saldrían a comprar el regalo de Ronan y Rory. Normalmente, Adam, hacía el regalo de Ronan con sus propias manos, y a Rory le compraba un juguete con luces y sonidos.
—Espero que le guste. —sonrió hacia Opal, la luminosa sonrisa de Adam era más cálida, brillante y hermosa que cualquier otra luz en un árbol. Ella le devolvió la mirada, el paquete que llevaba Adam era una caja y por lo que notaba no pesaba nada. Opal bajó del cochecito de Rory para que Adam pudiera meter la caja en la parte de abajo, luego, Opal volvió a su lugar. —De verdad espero que ría como un loco. —Opal asintió y señaló hacia delante, ya era hora que moviera el carrito para avanzar e ir por más cosas.
—¿Opal puede tener uno de esos? —señalaba el gorrito navideño de un niño, en el parque parecía celebrarse alguna feria que Adam y Opal no comprendían. Ellos fueron por gorritos, repentinamente habían sido rodeados por varias mamás entrometidas, Opal quería salir corriendo, pero Adam no movía un músculo. El contestaba todas las preguntas, dejaba que tocaran a Rory e incluso a ella, a Opal le desagradaba que otras personas que no fueran Ronan, Adam o Rory la tocaran.
Los regalos de las señoras consistían en los gorritos rojos, paletas y una bota roja. Opal se enojó con Adam porque le quitó los dulces y lo guardó en donde Opal no alcazaba por ningún medio; ni subiéndose en sillas, ni trepando, ni brincando. A Opal le gustaba eso, que Adam alejara cosas que después le causarían a Opal un dolor en el estómago, en su cabeza o en el pecho. Una vez con Ronan, Opal había comido una especie de círculo (Adam le había dicho que eran canicas y esas no se comían, lo había aprendido de la peor forma) que cuando intentó morderla resbaló de sus dientes y bajó directamente por su garganta, pero no bajó completamente, ni podía tragarla y menos escupirla. Tampoco es que pudiera gritar por ayuda; cuando Ronan la vio dice que estaba con la cara morada, llorando y moqueando. De alguna manera Ronan le sacó la canica y Opal cada vez que miraba una de esas malditas esferas la enterraba o la aventaba lejos de ella. Las odiaba con todo su corazón. Así que, su enojo contra Adam, desapareció, porque él la cuidaba y no iba a dejar que las canicas le obstruyeran la garganta.
Adam estaba en la escuela cuando Ronan llegó al apartamento, Rory dormía y Opal intentaba abrir un libro que aún estaba envuelto en plástico, era uno de Adam que utilizaría para la escuela el próximo año, pero Opal quería saber por qué aun estaba en plástico.
—Oye, ¿qué se supone que estás haciendo? —Ronan le arrebata el libro. —Esto no es tuyo. —deja el libro muy alto. Ronan y Adam habían aprendido que las cosas estaban a salvo, de ella, en las alturas.
—Quiero leerlo.
—Lee otra cosa. —Ronan bajó su mochila y vio hacia la habitación de Opal y Rory. —Te traje algo, y otra cosa más, pero eso es hasta que estemos en casa.
Casa era igual a Los Graneros, Opal asintió y estiró los brazos para recibir el regalo de Ronan, pero Ronan negó. Le quitó a Opal su gorro de lana, por lo que ella reclamó, pero no por mucho tiempo porque Ronan le había colocado una diadema de flores, ella corrió al espejo para verse.
—Woah! ¡Opal se ve hermosa! —le sonríe a Ronan y luego corre por el apartamento, sujetando la diadema para que no se caiga. —¡Kerah! ¡Gracias! A Opal le gustó.
—Hay una para Rory también, pero se la daremos cuando despierte. Recuerda, no saques nada más ¿bien?
Opal está demasiado contenta para prestarle atención a Ronan.