Después de unos días, Adam regresa a su habitual rutina. No hay Lynchs cerca suyo, pero puede sentir su radar activarse.
—Adam, eres muy malo. —reclama un despeinado Matthew. Corrió para alcanzar a Adam. Llevaba puesto su uniforme de la academia Aglionby. —Cuando llegué al hospital no encontré a ninguno de ustedes.
—Oh, lo siento, nos tuvimos que ir rápido...—pensaba en una buena excusa—tenía un trabajo importante.
Matthew se planta frente a Adam, deteniéndolo. —¿Ahora puedo cargarlo? Te ayudaré hasta que llegues a mi casa... ¿vas a mi casa? ¿Por qué?
Suspira, cansado. No iba a librarse de los Lynchs. Levanta un dedo conforme va hablando: —No. Sí. Porque tengo trabajo, tu madre dice que algunas flores murieron.
—Pero, pero... ¿trabajarás con el bebé pegado a ti?
—Owen es tranquilo, puedo hacerlo. —Adam comienza a caminar. Su brazo es fuertemente jalado.
—Por favor. —suplica Matthew jalándole el brazo con ojos cristalinos. —Por favor, déjame cargarlo, mi mamá y Ronan ya lo han hecho, yo también quiero... no soy del equipo de los mortificadores, lo juro. Tal vez sea algo molesto...
—Tal vez... —pronuncia Adam con una risita. —¿Mortificadores?
—No lo sé, Ronan le puso así a mi padre y a Declan. Cuando éramos niños, Ronan decía que esos dos eran hijos del diablo. Aunque yo creía que Ronan lo era, pero en un buen sentido, tiene ese don de hacerlos enfadar de mortificarlos.
—De acuerdo, pero lo llevarás como lo hago yo. —Adam abrazó a su pequeño con una mano, desamarró la manta sujetadora y Matthew abrió los brazos.
Owen dormía tranquilamente hasta que Matthew comenzó a despertarlo con caricias en el cabello, hablándole y picándolo hasta que Owen abrió los ojos, refunfuñó y comenzó a llorar.
—Pero... ¿qué hice?
—Bueno, además de despertarlo, lo andas molestando. —amarra bien la manta y ya está listo.
—Es raro. Bueno, es que sí puedo caminar, pero pesa mucho, ya comienza a dolerme la espalda...
—Y eso que todavía no caminas. —niega el impulso de estirarse y que el aire de los huesos de su columna vertebral salga en forma de un crujido. Matthew comienza a calmar a Owen y camina.
—Owen, ¿sabes? Soy bastante agradable, y tengo dulces, si te portas bien te daré muchos, aunque no sé si puedes comerlos... ¿tienes dientes? —intenta ver a Owen, el pequeño ya acomodó su cabeza para volver a dormir (y esconderse de Matthew).
—¿Por qué duerme? Quiero jugar con él. Adam... —reclama como un niño.
—Es su hora de la siesta, es mejor que se duerma o estará llorando molesto por no dormir, jugarás cuando se levante.