Estar con Adam solos significaba que podía vivir sin reglas. Adam usaba una camiseta sin mangas (tal vez una de Ronan) y estaba en pantalones cortos, descalzo y con música relajante. Opal estaba atenta a lo que Adam le ofreciera. Cuando Adam cocinaba podía lamer la cuchara, comer frutillas, lamer las aspas de la cosa que hacía ruido, podía comer chocolate, podía morder las tapas malvadas que le impedían a Adam sacar algo de los frascos. Ambos pueden acostarse en el piso y comer helado, esa cosa fría que le llegaba al cerebro. Podían brincar en la cama, en el sofá, en la sala; Podría corretear por toda la casa con música más estridente, podía romper algo y esconderlo después enterrándolo en algún hoyo que Opal hubiese cavado y así ambos compartir culpa y un secreto.
Adam cantaba al igual que Opal. Ambos jugaban, ambos limpiaban, ambos lavaban la ropa, ambos cocinaban, ambos hacían y deshacían cosas en la casa, ambos se preocupaban por Ronan si no volvía pronto, Ambos dormían una siesta en el piso, ambos tomaban una ducha en la bañera, ambos .
Adam y Opal. Opal y Adam.
A veces Adam pasaba el día en la cochera reparando algo, Opal no se alejaba demasiado pero le gustaba correr, alejarse y volver. A veces Adam hacía algo con madera, lijaba y pintaba. Ese día Adam buscó sus sandalias, Opal tuvo que sacarlas de su escondite para dárselas y así podrían salir. Porque Adam había dicho que era el día de "colgar" el regalo de Ronan y Opal. De Opal y Ronan.
Adam y Opal, Opal y Adam, cargaron una silla lo bastante alargada para que los tres cupieran en ella, la silla que reposaba en el porche, Opal acarició el borde.
-Opal. —Dice Adam, y ella se levanta y va hacia él porque piensa que la está llamando. Pero Adam niega. —Ahí dice Opal. Tu nombre.
Con su dedo sigue los bordes. —O P A L. —Siguió con su dedo cada letra y pronunció.
—Muy inteligente.
Sonrió, le gustaba ser alabada por Adam, y pensó en que podría aprender a leer para que Adam le alabara. También había algo en latín, porque aunque no supiera leer el idioma de Adam y Ronan, reconocía el latín. Sonrió, vio a Adam subirse a una silla y hacer hoyos. Luego llamó a Opal para que él la cargara y atornillara algo en el techo.
La silla colgaba en el porche, Adam y Opal descansaban de su arduo trabajo. Para hacer más bonita la silla (o más cómoda) Adam la cubrió con cojines, y una frazada. Ambos tomaron limonada y vieron el BMW de Ronan.
La cara de Opal sonrió al igual que la de Adam. Los tres se sentaron en la silla alargada y vieron como se ocultaba el sol entre el mágico campo.