No se entera de lo que sucede fuera en la realidad. Adam sueña, o su mente lo protege y lo lleva a momentos felices en la biblioteca. Ahí, sentado en el suelo con un montón de libros, pareciera que Adam juega a apilarlos y construir edificios o puentes hechos de libros gruesos, delgados, de colores, monocromáticos. Pero son sólo libros apilados, los que ya leyó, los que se ven interesantes y los que quiere leer.
Adam llega a la biblioteca por dos razones:
1.Hay libros gratis que puede leer.
2. Hay una señora lo bastante rara como para hacerlo reír y que la bibliotecaria le diga que guarde silencio con un "shuuu".
La mujer lee libros impresionantes, desde "La memoria secreta de las hojas" hasta "¿cómo hacer una tesis?".
Adam sonreía cuando la mujer hacía expresiones silábicas con su boca, esos labios se curvaban en una perfecta "o", "a" e incluso la "i".
Como un digno lector, algún día iba a comenzar hacer sus propios relatos e historias, Adam, escribía en su mente cuentos con esa señora rara.
"Erase una vez, un niño que había escapado de las cavernas más oscuras que albergan los bosques, prisionero de ogros hambrientos; el niño escapó, valientemente de sus captores. Al escapar estaba sólo, tenía hambre y a veces lloraba por no saber hacia dónde caminar.
Entonces, una mujer rubia, pálida encontraba al niño, lo rescataba... pero el niño había sido presa de ogros, desconfiaba de la bella mujer ¿y si era una bruja? Se decía cada vez que le servía sopa caliente, "quiere engordarme para comerme".
El niño pasó todo un invierno con la bella mujer y no había sido comido, ahora lo albergaban otras preocupaciones como: "¿y si se cansa de mí?, ¿y si encuentra a alguien más?"
Pero la bondad de la mujer era más grande que todas las preocupaciones del niño, todo ese amor se reflejaba en cómo lo abraza, se sentaban juntos a lado de la chimenea y leían un cuento; se reflejaba en la manera más cariñosa de su voz al levantarlo, "vamos, los pájaros querrán comer tu desayuno".
Ambos son felices con la compañía del otro, corriendo en la nieve y dibujando ángeles."
Fin.
Adam puede observarla durante casi dos horas, antes de marcharse siempre deja un libro en la mesa, él espera a que ella salga de la biblioteca para agarrar el libro. Nada, no hay una página con una flor como separador; no hay algún mensaje encriptado. Sólo un libro olvidado.
Adam abre los ojos para encontrarse en su casa, el techo necesita pintura (toda la habitación) ladea la cabeza para encontrarse con una figura.
—Tienes resfriado. —explica la melodiosa voz. Quizá... quizás, ¿Adam llamó a la mujer de sus recuerdos? No.