La ventana de su auto está parcialmente abierta, vigila atentamente (lo que le permite ver desde su posición con los ojos entre cerrados) lo que el pequeño rubio intenta hacer. No puede detener a su altruista hermano menor de lo que hace y sueña (ese mundo en el que hay paz y no hay hambre, una utopía que pocos imaginan), porque si hiciera eso, sería realmente un hijo de puta desalmado. Así que lo único que puede hacer es asegurarse de que su hermano no pase ningún peligro, es lo que hacen los hermanos mayores (no es el hermano mayor).
Sube los pies al tablero, lleva media hora en el auto y comienza a aburrirse, no puede poner música o sería descubierto, no puede beber porque, entonces, no podría conducir (ser Ronan Lynch es complicado). Algo sucede, algo que ahuyenta su aburrida vigilancia. Un poco de acción.
—No. No, gracias.
—Acéptalo, por favor ¡Debes pensar en tu hijo!
—Estoy pensando en él, precisamente, es por eso que no necesito tu falsa caridad.
—¡No estoy siendo falso!
—Entonces déjame, no insistas o llamaré a la policía.
Sale del auto, afligido, viendo si su hermano necesita ayuda con algún imbécil que quiere pasarse de listo, pero encuentra a un joven con barias bolsas en las manos, una mochila bastante pesada y un... ¿bebé? Lleva un bebé en una especie de manta colorida hippie, la criatura parece ir durmiendo. Su hermano menor intenta por cualquier medio que el joven acepte la comida que le da y algo de dinero. Vamos, ¿con qué manos aceptaría lo que su hermano intenta darle?
—¡Suficiente! —le da con una de las bolsas al chico de cabellos rubios y rizados. Ronan camina hacia ellos. El bebé despierta y no de buen humor.
—Mierda, está llorando... lo siento, lo siento. —dice el rubio.
Su hermano trata de disculparse, y el joven, continua su camino.
—¿Cuál es tu maldito problema? —enfrenta al joven y a su bastardo. El pobre chico se impresiona al verlo, pero le sostiene la mirada con la misma furia intensa que le está viendo.
—Mi maldito problema es ese niño rico que no deja de perseguirme, y como no eres un maldito policía no tengo que darte más explicaciones.
Admira su valor. No mueve ni un músculo. —Acepta lo que te da.
—Oblígame, drogadicto de mierda.
—Ronan, está bien... no hace falta que intervengas...
El omega protege a su cría con un brazo y avanza con paso firme dejando atrás a los hermanos.
—Me prometiste que no interferirías. —reclama su hermanito.
—Bueno, la estabas pasando mal.