Happy New Year (una brevis)

6 3 4
                                    

A los dieciséis años, Ronan había cometido el mayor crimen de estilo jamás hecho por un adolescente; arremetió contra su propio cuerpo. Arrancó pedazos inmaculados, los mechones ónix cayeron por el suelo, regados y sueltos, ondulados y sedosos. Adam casi no podía perdonarlo. Ronan rapó su cabeza un día en el que "estaba aburrido".

La familia de Ronan estaban maravillados por los objetos muggles, Adam estaba maravillado con Ronan que podía sacar cualquier cosa que imaginara de sus sueños.

El primero en confesar los secretos ocultos de su propio ser fue Ronan, lo invitó a dormir junto a su cama en tercer año. Adam aceptó sin malos entendidos, creyó que Ronan quería hacer una pijamada... solo ellos dos en la cama del otro, ni siquiera Cierra estaba cerca. Y entonces sucedió una magia muy rara. Tanto Ronan como Adam estaban sorprendidos. Las confundidas mentes de ambos trataban de explicar qué sucedía.

—¿Qué haces aquí? —Ronan lo cuestionaba con terror impregnado en los ojos. Adam no sabía a qué se refería.

—Me invitaste a dormir a tu cama y... creo que estoy soñando contigo... —en el momento que se dio cuenta de lo que había dicho cubrió su boca con sus manos. Nunca había soñado con Ronan, lo jura. Adam normalmente soñaba con su padre abusivo, sus enormes pasos haciendo temblar el piso y oyendo su voz gruesa llamándolo, buscando al responsable de su desgracia mientras Adam se encogía en una esquina deseando que se perdiera y que no pudiera encontrarlo.

—¡No pienses en nada! —gritó desesperado. Ronan recompuso su equilibrio.

—¿Qué fue eso? —Adam pensó en el sonido de los pasos de su padre y lo fuerte que eran... y fue eso mismo lo que escuchó. Lo supo, de alguna manera mezcló sus sueños con un dulce y tierno recuerdo de Ronan y una pesadilla de su padre. —Despierta, despierta. —Apretó los ojos y murmuró. La tierra bajo sus pies volvió temblar. Encogido en una esquina del contenedor que era su casa, lugares estrechos y fríos en el parque de caravanas. Adam había recordado estar en un bosque nocturno antes de encerrarse y estrecharse con una esquina.

—Adam, escúchame, sea con lo que sea que estés soñando...

La puerta se abrió, el hombre adulto que parecía tener algún parentesco familiar con Adam lo levantó del cabello.

—¡Qué estás haciendo! ¡Suéltalo, bastardo! —Ronan no podía hacer nada con la figura paterna de Adam. Parecía clavado en el suelo, rígido e impenetrable como un muro. —¡Adam! Adam sueña con otra cosa, Adam...

Pero Adam... esperaba que su padre abriera la boca y escupiera maldiciones.

—Estúpido, ¿quién te crees que eres para agarrar mi dinero? ¡La escuela es gratis! Pedazo de mierda; si te mato ahora no tengo que gastar nada, ¿verdad? Le daré de comer a los perros con tu cuerpo. —Adam escuchaba perros. No era un simple hecho, esto había pasado una vez cuando Adam se inscribió a una primaria.

—Papá...

—¡No soy tu padre! ¡Eres un mal agradecido! ¡Idiota! ¡Tu puta madre y tú son mi desgracia!

Las manos del padre de Adam estaban entrecerrándose aún más alrededor de su cuello. No había nadie que lo ayudara, solo tenía que esperar a que perdiera la conciencia y su padre lo dejaría en paz. Cuando su cuerpo dejó de resistirse, probablemente casi muriendo, el vacío que sentía al caer y chocar contra el piso hacía que se despertara.

Abrió los ojos, sus manos tocaron su cuello, Adam estaba adolorido, tosió un par de veces, su garganta dolía. Era imposible, había sido solo un sueño, pero a Adam le dolía la garganta. Asustado vio hacia Ronan que aún seguía dormido. Bajó de la cama lentamente y cayó al piso. Estaba oscuro, débil y cansado justo como el día en el que su padre casi lo mata. Como pudo llegó hasta la enfermería.

Sueños, sin pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora