Capítulo 23.

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Entonces, de alguna manera (otra vez), Adam, recayó en un abismal e infinito dolor, angustia y furia que tragó, enterró profundamente en su interior para entrar en Nino's

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Entonces, de alguna manera (otra vez), Adam, recayó en un abismal e infinito dolor, angustia y furia que tragó, enterró profundamente en su interior para entrar en Nino's.

Blue le demanda, con la mirada, una explicación de cómo es que Adam se ha demorado casi seis horas en regresar.

—Tu plaza definitiva acaba de esfumarse. —le recibe Nino. Notablemente molesto. —¿Tomaste un descanso?

Adam no dice nada, aún puede romper a llorar.

—¡Responde, niño! —golpea la barra, Adam se asusta. A su alrededor no hay absolutamente nadie. —Solo porque sepas hacer buenas pizzas no significa que puedas hacer lo que quieras.

—¿Estoy despedido?

—Tonterías, muchacho, solo estoy siendo el viejo estúpido dueño de una pizzería que le llama la atención a su estúpido empleado. Escucha, eres bueno, y todo el mundo tiene problemas... si te vas a ausentar solo llama, maldición. —parece más tranquilo. —Eres la fuente de mi negocio, si te despido ¿qué ganaría? Voy a descontarte el día, así que no quiero verte por aquí, fuera.

Adam toma su mochila y sale, Blue pisándole los talones.

—¿Adam? ¿Qué ocurrió? ¿Estás bien? Tú... apestas... —cuando él voltea a verla, Blue está tapándose la nariz con la manga de su suéter, ahuyenta alguna clase de mosquito invisible.

Las feromonas de Ronan aun lo envuelven, tal vez por eso Nino no lo ha despedido. Genial, al menos podía aprovechar las feromonas de Ronan para algo bueno. Suspira con pesadez.

—Lo siento, me voy a casa a descansar. Nos vemos.

Ser impregnado por esas feromonas negras como alquitrán, tendría sus ventajas, pero ¿cuántos días tendría que soportarlas? Tuvo que escapar de Ronan, sin mirar atrás, sin decirle algo. Su cuerpo aun le dolía y ardía. Añoraba a Ronan, pero Adam sabía que era su parte omega quien lo deseaba.

¿Así iba a ser su vida siempre? ¿Temiendo a que cualquier alfa le hiciera lo que quisiera sin que recibieran ningún castigo? Adam apretó los puños, ¿Cómo confiar en que alguien pudiera ayudarlo si ni si quiera tenía control sobre su propio cuerpo, si le fallaba y traicionaba por el hecho de ser su "naturaleza"?

—¿Ahora voy a cuidar a tres? —le da la bienvenida una de las hermanas en St. Agnes. —A ti, a Owen y un gato. Esto no es una guardería, Adam.

—Lo siento...

—Estoy cansada de escuchar que lo sientes.

¿No podía solo volver a casa, meterse a la cama, enrollarse en una sábana y hacerse bolita?

Owen está llorando, como de costumbre.

—No te despidieron de tu empleo, ¿verdad?

—Gracias, hermana. —tomó a su hijo, lo meció entre sus brazos para calmarlo.

Sueños, sin pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora