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"Y haz de mí un corazón que está en tus manos..."

-Lucah.

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Su sonrisa mientras miraba tocar a los músicos, era tan comparable como cuando un pequeño crío encontró el regalo perfecto para Navidad, justo frente a él, en la juguetería más grande del mundo. Era bonita, de tal grado que podías no encontrar un calificativo perfecto.

Eso era Aidan Gallagher en una sonrisa.

Una sonrisa lo suficiente para hacer que las estrellas se vean con menos luz.

-¿Te gusta la música en vivo?- su pregunta era más como una súplica en donde pedía que lo disfrutará tanto como él.
Su perfecto hoyuelo se formó en su mejilla, para cualquier persona su mirada podría ser común, pero para mí suerte, podía notar ese destello despampanante de locura.
-Me gusta la música en vivo- respondo con una sonrisa sincera, me gusta la música, me gustan los trajes de los hombres y mujeres en el escenario, me gustan las almas que habitan los cuerpos de estas personas, he incluso me gusta el aroma de café negro mezclado con algún tipo de comestible de avena.

Nos encontramos sentados en una muy bonita mesa con asientos realmente cómodos y acolchonados, tan lujosos que me sorprende no tener que pagar un cover en la entrada, tocó con los dedos y siento el terciopelo bajo la yema, ¡Guaau! Realmente es genial.

-La cita más bonita del mundo- digo lo suficientemente alto para traspasar las ondas del sonido que nos envuelven.
-lo sé, lo hace mejor que seas tú la que me permita tenerte a mi lado- alcanza mi mano derecha, para dar suaves círculos con sus dedos, realiza un trazo hasta el pequeño diamante que llevo en la mano, lo mira alucinante, como si fuese la primera vez que lo ve, y no lo culpo, a veces despierto por las noches y miro por enormes y prolongados minutos la joya, pensando que para nosotros es una conexión entre lo que somos , fuimos y seremos, siempre la coincidencia más bonita.

-Te propongo Algo- comento para seguir el curso de la conversación, su mirada sigue emocionada.
-Ok, dime...
-Te propongo, estar a tu lado, siempre y cuando, tú estés al mío.
-mmh creo que no tengo condiciones, o algo que incluir al trato... ¿Puedo firmarlo con un beso?
-Por favor, será un gusto.
-Pero, éste no será un beso normal.
-¿No?- cuestiono.
-No, como crees, debemos combinar.
-¿Qué dices?
-Que te amo, y voy a darte un beso eterno, de fotografía, de postal antigua.

Con toda su chulería se para de su comodo asiento, dirigiéndose a mi, me hace levantar de igual manera, acaricia mis mejillas al paso que siento como arde el calor.

-Hola- dice de manera tierna, cuando estamos lo suficiente cerca.
-Hola- respondo perdiendo el hilo de mi voz.
-¿Me permites?
-Claro- aclaró el nudo de nervios alojado en mi garganta.

Su sonrisa orgullosa sólo da un poco más de brillo a la noche, su mano de largos y delgados dedos se aferran a mi espalda baja, mientras la otra busca su perfecto encaje en mi cuello, mi ser parece convertirse en gelatina, me inclina con una gran facilidad para después poner sus labios sobre los míos.

La sensación de cosquilleo se va derramando por mi cuerpo, nuestros labios se agradan entre sí. Son como buenos imanes atraídos por las leyes magnéticas.

Nuestra proximidad me facilita entender la melodía de nuestros latidos, mis dedos se aseguran de dar un recorrido por sus limpios y ordenados cabellos, esos mismos que siempre sueltan un aroma a jabón caro, mientras mis dedos de la mano contraria se aseguran de igual modo de sentir su rostro... Me aferró, me aferró a la melodía del fondo, al aroma del lugar, al ambiente, a él y sólo a él.

Desastrosa Coincidencia. (Aidan Gallagher)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora