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Busca el latido. Esa frase que tanto me repetía mi abuela me quedaría para siempre grabada en todas y cada una de mis decisiones.”

-Elvira Sastre.

[____] 

-Baja de ahí, corazón.
-Respira, Aidan. Sólo estoy sobre un banco.
-Un banco que no es seguro, ¿por qué no me dices que haces?
-No me molestes, es algo que yo quería aportar a nuestra nueva habitación.

Respondo intentando que el cuadro quede completamente derecho.

-¿Está derecho?
-No- responde casi enseguida confundiendo su tono de voz normal con el de una risa ahogada.
-Eso no me ayuda- reclamo.
-Mi vida, está perfectamente derecho, te lo dije hace dos minutos y te lo vuelvo a decir.
-No te quejes tanto, te apuesto a que va a encantarte.
-Bueno, es muy profundo tener un cuadro blanco frente a la cama, justo debajo del televisor.
-No lo digas como si fuera una loca, en la bolsa de mi abrigo tengo algo que le dará sentido, ahora ven aquí y sujetame.

Obediente guía sus pasos más cerca de mi y estira su mano, pero mi yo divertida se lanza directo a sus brazos con un salto. Se balancea un poco pero me sujeta fuerte de las caderas.

-¡Por dios, ____!- dice sorprendido. - Es nuestra primera noche juntos en el apartamento, ¿por qué quieres hacerte daño?
-Por favor, mi amor. No vayas a decirme que ahora que estamos casados, te volverás un aburrido.
- No me he vuelto un aburrido, pero lo digo enserio, no quiero que te hagas daño.
-¿No ibas a atraparme?
-Por su puesto que sí- finge estar ofendido.
-Lo ves, no me hubiera hecho daño. Tú estás aquí para protegerme. Ahora quita esa arruga de tu frente y dame un beso.

Ni tardo, ni perezoso 'suele decir mi abuela' me planta un beso en los labios que tiene de todo, menos lo Santo. Su lengua cálida pasea con descaro sobre cada centímetro de mi boca, la yema de sus dedos tibios sube mi blusa y me hace cosquillas que me provocan una risa que me obliga a separarme de él. Con movimientos le pido sin palabras me baje, y cuando lo hace, acaricio su barbilla perfectamente rasurada. Amo que tenga la suavidad de un durazno prisco, observó mi anillo y casi enseguida los recuerdos de la comida con mis padres me estallan en la cabeza y el pecho.

-¿Me contestarias una pregunta?
-Y cien, doscientas, mil, todas las que tengas.- dice con ese dulzón tono sabiondo.
Seguridad que sólo emana Aidan R. Gallagher.

-¿Qué fue lo que te dijo mamá en el oído cuando se despidió de ti?

Me mira, me mira, me mira y al final sonríe.

-Se me había olvidado que eres curiosa.
-Pues mejor que no se te olvide nunca- medio bromeó y medio hablo enserio.
-Bien, bien... No lo recuerdo.
-Sí lo recuerdas, y si no quieres pasar la primera noche en nuestra casa en el cómodo sofá vas a decírmelo.
-Te lo diré si me das un beso.
-No me condiciones, chantajista.

Me volteo aguantando la risa y espero un mimo, una muestra de cariño, o algo que lo obligue a acercarse a mi y me cuente.
Pero eso no pasa, escucho que la tele se enciende y muestra dibujos animados, es cuando busco a mi maridito con la mirada y lo encuentro acostado en la cama abrazando un cojín.

-¿Qué te pasa, Gallagher?
-¿De qué?
-Estabamos hablando.
-Bueno, creí que querías que te abrazara y rogara que me dejaras contarte después de que me dieras el beso que te pedí.
-¿Y entonces?
-Creí que sería más divertido fingir que somos esposos de más de cincuenta años que ya ignoran esos detalles.

Desastrosa Coincidencia. (Aidan Gallagher)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora