↪33↩

1.3K 127 77
                                    

"El corazón guarda lo que el alma toca."

-Anonimo.

[_____]

Trato de entender los golpes raros que da mi corazón con mi pecho, sentí que se me aceleraba el pulso, las manos me sudaban bastante, era incómodo.

Cuando mamá llego a casa, juraba que en cualquier momento notaría que en mi mano había un anillo, bonito, elegante y costoso y que como cualquier mamá, sabría el significado de ello, espere un sermón largo y duradero, pero también desee que algo existiera y lo evitara. Y aquí está frente a mi, el hombre de mis sueños.

Me hizo un gesto con la mano, llamando mi atención.

-¿Te encuentras bien? ¿te molesta que viniera?
-¿Qué? No, no, no, no- y me descubrí a mi misma como una cría enamorada. - Lo que sucede, es que nunca me habían dado una serenata, es una preciosidad, me siento, no se como me siento, es increíble, Aidan.
-¡Oh!- exclamó con una cara de alivio- Yo puedo darte una serenata cada noche antes de dormir, si así lo deseas.

Sonrió, sonrió como una boba, sin ni siquiera saberlo.

-Eres perfecto, Aidan Gallagher. Demasiado perfecto. Y sí, me encantaría escuchar tu voz cantando para mi, cada noche antes de dormir, por el resto de mi vida.

Y aunque quisiera abrazarlo y llenarlo de besos, en ese mismo instante, mientras estaba ahí parada mordiendo mi labio y sinriendo, rectifique que lo curiosa que siempre había sido, seguía presente.

-¿En qué piensas, Bonita?- dijo como si hubiera leído mi mente, como si ese hilo de conexión que hay entre ambos, se lo hubiera notificado.
-Yo, bueno, ¿Puedo preguntarte algo?
-

¡Claro! Puedes preguntar lo que sea.

Y por más que le sonreí para informarle que estaba todo bien, sus manos tomaron a Robin por el aire y lo acaricio. Esperando que yo le respondiera.

-Bueno, ¿Qué pasó con la canción triste que ibas a cantarme está noche? Yo sé, que esa no era, definitivamente no escribes eso cuando... Bueno ya sabes, no me querías enamorar.
-Punto uno, si quería enamorarte, pero el punto dos, es que también quería que supieras que me habías roto el corazón.
-Lo real aquí, es que esa canción no era la que escribiste... ¿Qué pasa con ello? ¿Voy a oírla algún día?
-Claro, tu mandas.

Dejo al pequeño cachorro entre el sillón y una almohada, para evitar que baje del sillón.
Luego me mira, con esos hermosos ojos que te envuelven en una realidad poco probable para la cordura, entre la luz de la habitación y los colores de su ropa, sus ojos se adornan con magia verduzca.

Mientras daba pequeños pasos seguros hacia mi, mi respiración se hizo pausada, lenta, y mi corazón volvió a sufrir un asalto de frenetismo.
Sus manos viajan por mi cintura, la aprietan juntando su cuerpo y el mío, así que le ayudó pegando mis labios a los suyos.

El movimiento de sus carnosos labios es parsimonio, con un ritmo estéticamente incomparable, me robaba todo el aire y todo el amor que tenía dentro, y yo podía dejar ahora mismo que se lo robara todo de mi.

Cuando mi cuerpo me exige jalar oxígeno, esa sensación entre lo vital y la locura, se vuelve fascinante.
Me despego de sus labios para respirar y al mismo tiempo aprovechar esa mini pausa para preguntar aún cerca de él.

-Y entonces, Vas a quedarte, ¿Cierto?
-Cierto- exclama con mucho entusiasmo.
-¿Trajiste ropa?
-Sí, traje una mochila con ropa.
-¿Qué tal una pijama?
-mmh- su gruñido es como una queja.
-No, olvidé traer la pijama, ¿Tendremos una pijamada?

Desastrosa Coincidencia. (Aidan Gallagher)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora