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"Yo le llamo arte, a todo aquello que de alguna manera nos devuelve la vida."

-Elena Poe.

[Aidan]

Miro el reloj de mi muñeca, mientas dejo mi cuerpo en su peso completo, sobre la reja del estacionamiento... Considero que ella debía estar aquí hace más de 30 minutos.

Veo el desfile de empleados de diversos departamentos montar en sus autos, o simplemente caminar por la calle principal para poder ir a comer, trato de ser paciente pero, esto puede más que yo.

Cinco minutos después de la última vez que miro el reloj, mi ánimo mejora considerablemente al ver el auto entrar al estacionamiento, su serenidad detrás del volante, me permite ver la inquietud pintada en su rostro, camino al paso del auto, pero parece no notarlo.
Su nervio desaparece casi al instante  que gira la llave y apaga el motor.
Con mis nudillos, golpeteo el cristal, su cuerpo salta en el asiento; lo que me permite pensar que no ha visto que la he esperado en la entrada.

-Tardaste mucho, bonita- digo al instante de abrir la puerta.
-Creo que tienes una multa por exceso de lentitud.- sonríe pero no alcanza su sonrisa iluminar su cara.
-¿Tuviste problemas?- cuestionó al segundo de notar su mirada distinta, le extiendo mi mano para ayudarle a bajar, sin pensarlo la toma y baja, sus manos estan heladas.-¿Te encuentras bien?- tiene la piel, más blanca que la nieve en un día veraniego.
-Estoy bien, todo va bien.

Su poca impresión de sentimientos, me llena de nervios de pies a cabeza, ¿qué le pudo haber pasado?

-¿Algo que compartir?

Sigo sus ojos, observa a todos y todo, entiendo que no es un lugar neutro.

-¿Podemos hablar en el apartamento? Ya sabes, más tarde.
-Seguro, sí.

Y no digo más, sus nervios provocan en mi, lo doble de su agonía, ella tiene la ventaja del saber, yo, no. No quiero presionarla, quiero que me diga las cosas, no podía descifrar si esto era bueno o malo.

-¿Tienes hambre?- pregunta a prisa, y antes de contestar, ella misma se responde el cuestionamiento- Tengo hambre, deberíamos ir a comer algo, ¿quieres ir a comer algo?

La risa que surge de mis pulmones, pone una tregua en mi cabeza y los mil hilos que acabo de hacer una maraña. No podía permitir una tortura en mi por algo que desconozco.

-Voy a cocinar pasta está noche, ¿te gusta combinarla con vino, o algo mas suave?

Abrió la boca para decir algo, pero enseguida detuvo lo que sea que estuviera a pie de ser expresado.

-El vino le irá bien.
-Anda, sube al auto, vamos a comer.
-Si no te molesta, quiero que me pegué el aire un poco.
-Bien, bonita, no te voy a presionar pero quiero que sepas... Que esto también me está causando angustia.

Recupera el aliento, y al mismo tiempo que baja la voz... Dice antes de depositar un beso en mi mejilla.

-Perdón, no es nada malo.

Sin saber porque, me tranquilizó, a pesar de lo inquietante de su mirada el acelerado zumbido de su corazón que viajaba como corriente eléctrica en todo su cuerpo. ¡¿O acaso era mi corazón?

Desastrosa Coincidencia. (Aidan Gallagher)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora