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"No me cansaré de decir que te daré
toda mi vida, toda la vida..."

-Carlos Rivera

[Aidan]

Un alardido agudo viaja por mis oídos, aquella vocalización ruidosa proviene del pequeño cuerpo de mi ____.
Me hace encender el sentido de alarma, sus pulmones deben haber sufrido piquetes y su garganta una irritación de terror, volteo de un lado a otro buscándola, sin detener mi marcha, siento pánico al imaginarla herida mientras su cuerpo está bajo la bici.

Su cuerpo pasa rápido aún montado en aquella bicicleta y cuando reaccionó con un suspiro de alivio calmando aquel arrebato de de alarma, mi sistema nervioso confunde las cosas, pronto la llanta delantera golpea brutalmente con una enorme roca que me debe triplicar el peso, haciendo que mi cuerpo se empuje ferozmente hasta volar fuera del alcance de la roca.
El metal cae y produce un irritable sonido, el pasto me pica y creo que me duele un poco un órgano interno. Cierro los ojos, no porque este demasiado dolido o desmayado por el golpe, sólo quiero cerrarlos y pensar:

¿Por qué no vería esa roca enorme?

-¡Oh por dios, Aidan!

Es cuestión de segundos que llega cerca de mi, agita mis hombros con suavidad, pero con desesperación filtrada en el tacto, no abro los ojos y no emitió ningún tipo de sonido, solo pienso en lo tonto y vergonzoso que es caer de la bici a estas alturas de mi vida.

-Por favor, reacciona.

Esta vez ejerce un poco más de desesperación y entonces abro un sólo ojo para mirarla, su  gesto estaba realmente aterrado y la ternura me invade el cuerpo entero.

-¡Gracias a dios!- dice aliviada.

Una sonrisa le iluminó la cara, pero era una sonrisa particularmente de alivio.
Me aventuré a jalar con fuerza, su curepo cayó sobre el mío. Verle sonreír tan cerca de mi era inquietante y bello, seguía perdiendo los nervios cuando la tenía demasiado cerca.

-Eres una mala enfermera, mi amor.
-¿Qué?
-Que eres una mala enfermera, pudiste revisar si tenía alguna herida superficial, una contusión, si necesitaba RCP o respiración de boca a boca.

Niega con un divertido gesto.

-Me has dado un buen susto, creí que realmente te habías hecho daño, no quiero quedarme viuda ahora.

Ahora me toca negar a mi, acaricio la piel de sus bonitas pienas que están sobre mi, aprecio cada segundo. Jugueteo con la tela del short que hemos comprado para que usará para montar la bici, mientras su risa brota ligera.
He notado que tiene una terrible manía de morder una mejilla cuando sonríe como si sólo ella supiera lo que sucede... ¡O por lo que piensa! Que pasada, me gustaría que lo dijera en voz alta.
Ahí, con sus piernas enrollada en mi cintura, cargo sus caderas para ponerla en una postura más cómoda. (Por lo menos para mi) me da gusto que a pesar de no hacer ejercicio desde hace ya bastante tiempo, mis brazos tengan fuerza aún.

Cuando volvamos debo proponerle un par de rutinas de ejercicio en pareja se todo tipo.

-Quita esa cara de pervertido, amor.
-No puedo, estas encima de mi- digo sin ningún tipo de pena.
-Pues piensa con la cabeza fría
-Aunque lo haga, todo lo demás está caliente.- sus ojos se abren sorprendidos y aclaro con mofa- Estamos cerca de la playa en pleno verano.

Muerde su labio como queriendo no sentirse avergonzada, no puedo creer que estemos casados y aún estos temas nos pongan nerviosos es: malditamente adorable.

Desastrosa Coincidencia. (Aidan Gallagher)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora