iv.- Camino al centro de la tierra.

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Al romper el alba, los integrantes del grupo de búsqueda se reunieron en el Puño de Zeus. Habían preparado mochilas con un termo de néctar, una bolsita de ambrosía, un petate, cuerda, ropa, linternas y un montón de pilas de repuesto.

Hacía una mañana despejada. La niebla había desaparecido y el cielo estaba azul. Los campistas seguirían asistiendo a clases, volando en pegaso, practicando el arco y escalando la pared de lava.

Enebro y Grover se habían apartado un poco del grupo. Ella había estado llorando, pero ahora procuraba dominarse para no entristecer a Grover. No paraba de arreglarle la ropa, de colocarle bien el gorro rasta y sacudirle los pelos de cabra de la camisa. Como no sabían con qué iban a encontrarse se había vestido como un humano, o sea, con la gorra para ocultar sus cuernos, con unos vaqueros y unas zapatillas con relleno para esconder sus pezuñas de cabra.

—¡Estás tan grande! —sollozaba Lani apretando a Rocío contra su cuerpo—. ¡Se siente como si fuera ayer cuando peleabas con todos!

—¡Es que si fue ayer!... No he cambiado en ese sentido —dijo la hija de Iris soltándose de Lani.

Quirón, Quintus y la Señorita O'Leary permanecían junto a los campistas que habían acudido a desear buena suerte, pero reinaba demasiado ajetreo para que resultase una despedida feliz. Habían levantado un par de tiendas junto a las rocas para hacer turnos de vigilancia. Beckendorf y sus hermanos estaban construyendo una línea defensiva de estacas y trincheras. Quirón había decidido que era necesario vigilar la entrada del laberinto las veinticuatro horas. Por si acaso.

Lani pellico las mejillas de Rocío y se fue alegando que iría a despedirse de Annabeth.

—Tienes una pinta horrible, ojitos marinos —dijo Rocío mirando al chico

—Ha matado la fuente esta noche —le susurró Ty son en tono confidencial.

—¿Qué hizo qué? —dijo ella

Antes de que pudiera explicárselo, Quirón se acercó al trote junto a Annabeth

—Bueno, parece que ya están preparados.

—Quirón, ¿podrías hacerme un favor mientras estoy fuera? —preguntó Percy

—Claro, muchacho.

—Enseguida vuelvo, chicos.

—¡Pulga! —sollozo un chico de la cabaña 11 corriendo hacia ella.

La castaña suspiró y se fue corriendo, diciendo: "Han estado llorando desde la noche ¿Cómo no se deshidratan?"

* * *

Apenas habían caminado treinta metros dentro del laberinto y ya estaban totalmente perdidos.

El túnel no se parecía en nada al pasadizo con que Rocío y Percy se habían tropezado. Ahora era redondo como una alcantarilla, tenía paredes de ladrillo rojo y ojos de buey con barrotes de hierro cada tres metros.

Annabeth hizo todo lo que pudo para guiarlos. Pensaba que debían pegarse a la pared de la izquierda.

—Si ponemos todo el rato la mano en el muro de la izquierda y lo seguimos —dijo—, deberíamos encontrar la salida haciendo el trayecto inverso.

—¿No era a la derecha? —murmuró Rocío mientras Tyson tenía una mano en la pared y la otra sujetándose de la camiseta de ella

Por desgracia, apenas lo hubo dicho la pared izquierda desapareció y, sin saber cómo, se encontraron en medio de una cámara circular de la que salían ocho túneles.

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