iv.- Las palomas pueden ser asesinas

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El plan de Rocío era, por primera vez, seguir las reglas un tiempo, no tal cual se las dijo Quirón, pero ya era algo.

Los siguientes días se la paso entrenando con cualquier hijo de Ares que estuviera dispuesto a enseñarle bajo el precio de 15 dracmas la hora. También entreno con algunos hijos de Apolo, pero gratis, además aprendió un poco más sobre primeros auxilios luego de pasar diariamente a la enfermería luego del entrenamiento con los campistas de la cabaña 5.

Pero claro, no todo era matarse entrenando e ir a enfermería completamente cansada.

—¡Deja de comerte las fresas! —la regaño Lani—. Se supone que debemos ayudar, no comer

—No desayune —respondió la menor volviendo a comer la fresa

—¿Qué te sucede?... Y no digas "nada", te conozco bien.

Rocío la miro unos segundos y luego se zampó otra fresa.

—Quiero pedir pizza, se me antoja una de pepperoni

—Rocío, no puedes ignorar mi pregunta para siempre

—¡Hola, Tyson! —exclamo la oji-violeta al ver la ciclope que le devolvió el saludo y siguió a Percy—. Es un bebe demasiado inocente

—No responderas ¿verdad? —la hija de Iris negó—. Perdón por lo que diré, pero tú y tus malditos muros son imposibles

—¿Y se supone que me ofenda? Eso no es insulto, Lani. Me han dicho cosas peores

Lani bufo, no iba a sacarle nada a su amiga.

Rocío se quedo mirando un punto fijo en el campo de fresas. La sensación de estar en una pesadilla la hizo tensarse. La imagen parpadeaba y se alternaba entre el campamento y un templo

—¡Helena! —le grito Lani, y la imagen dejo de parpadear

—¿Si? —cuestión sobresaltada, volviendo a la realidad

—¿Estabas pensando en Percy? 

—Todo estaba bien, hasta que te acordaste de esa tontearía de emparejarme con él

—Tontearía te diré yo cuando el día de su boda estén diciendo los votos... ¡Deben llamar a su hija Lynn! Lynn Jackson, me gusta como suena.

—Lani...

—¡Yo preparare la boda! Talvez alguna de mis hermanas me pueda ayudar

Rocío negó con la cabeza, su amiga era única, intentaba ponerse en su lugar a veces para comprenderla mejor, pero nunca había podido.

Y así fue como el resto de la tarde, Lani se la paso planeando nombres para sus "sobrinos" y Rocío se la paso comiendo algunas fresas.

***

La mañana de la carrera hacía calor y mucha humedad. Una niebla baja se deslizaba pegada al suelo como vapor de sauna. En los árboles se habían posado miles de pájaros: gruesas palomas blanco y gris, aunque no emitían el arrullo típico de su especie, sino una especie de chirrido metálico que recordaba al sonar de un submarino.

La pista de la carrera había sido trazada en un prado de hierba situado entre el campo de tiro y los bosques

Había gradas de piedra para los espectadores: Tántalo, los sátiros, algunas ninfas y todos los campistas que no participaban. El señor D no apareció. Nunca se levantaba antes de las diez de la mañana.

Rocío estaba sentada junto a Lani en la parte más alta. Siendo sincera, la hija menor de Iris no sabía porque estaba allí.

—¡Muy bien! —anunció Tántalo cuando los equipos empezaron a congregarse en la pista. Una náyade le había traído un gran plato de pasteles de hojaldre y, mientras hablaba, su mano derecha perseguía un palo de nata y chocolate por la mesa de los jueces—. Ya conocen las reglas: una pista de cuatrocientos metros, dos vueltas para ganar y dos caballos por carro. Cada equipo consta de un conductor y un guerrero. Las armas están permitidas y es de esperar que haya juego sucio. ¡Pero traten de no matar a nadie! —Tántalo sonrió como si fuéramos unos chicos traviesos—. Cualquier muerte tendrá un severo castigo. ¡Una semana sin malvaviscos con chocolate en la hoguera del campamento! ¡Y ahora, a los carros!

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