xiv.- Ponis para guerras y fiestas

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—Uno contra uno —le dijo Percy a Luke, desafiándolo—. ¿De qué tienes miedo?

Luke apretó los labios. Los guerreros que estaban a punto de matarlos vacilaron, aguardando sus órdenes

Antes de que pudiese decir algo, Agrius apareció de golpe en cubierta llevando de la brida a un caballo volador: el primer pegaso completamente negro que veían, con unas alas de cuervo gigantes.

Era un macho; daba brincos y relinchaba. Rocío lo podía entender. A Agrius y Luke les dedicaba unos insultos tan tremendos que Quirón le habría lavado el hocico con jabón industrial.

—¡Y se quejan porque dije "estúpido"!

—¿Lo entiendes?

—Es un pegaso. Los hijos de Iris tenemos afinidad con ellos, a pesar de no ser el animal sagrado de Iris

—¡Señor! —dijo Agrius, esquivando un casco del pegaso—. Su corcel está listo.

Luke seguía con los ojos puestos en Percy.

—Ya te lo dije el verano pasado, Percy. No vas a embaucarme para que pelee contigo

—O sea que sigues rehuyéndome —respondió—. ¿Tienes miedo de que tus guerreros vean cómo te derroto?

Luke echó una mirada a sus hombres y comprendió que lo tenía atrapado. Si se echaba atrás, daría una impresión de debilidad. Si combatía con Percy, perdería un tiempo precioso para dar caza a Clarisse. En cuanto al hijo de Poseidón, no podía esperar otra cosa que distraerlo y brindarles a sus amigos una oportunidad de huir. Si alguien podía idear un plan para sacarlos de allí era Annabeth. Por lo demás, sabía lo bueno que era Luke manejando la espada.

—Acabaré contigo deprisa —decidió, y alzó su espada Backbiter, unos treinta centímetros más larga que la de Percy. Su hoja relucía con un maligno brillo de un gris dorado en el punto donde el acero se había fundido con el bronce celestial. Casi se llegaba a percibir la tensión interna de aquella hoja. Era como si se hubieran unido a la fuerza dos imanes opuestos. No sabían cómo había sido fabricada, pero intuían una tragedia detrás de ella: alguien había muerto mientras la forjaban. Luke silbó a uno de sus hombres, que le arrojó un escudo redondo de cuero y bronce.

Esbozó una sonrisa malvada.

—Luke —dijo Annabeth—, proporciónale un escudo al menos.

—Lo siento, Annabeth. A esta fiesta, cada uno se trae su propio equipo

El escudo no era ningún problema. Luchar sólo con una espada sujeta con ambas manos te da más fuerza, pero luchar sosteniendo la espada con una mano y el escudo con la otra te proporciona mejor defensa y también más flexibilidad. Tienes más movimiento, más opciones, más modos de alcanzar, al contrario.

Percy y Rocío pensaron en Quirón, que les había dicho que quedaran en el campamento, pasara lo que pasase, y que aprendieran a combatir. Ahora iban a pagar caro no haberle escuchado.

Luke embistió y por poco no acabó con Percy a la primera. Su espada pasó por debajo de su brazo, desgarró la camisa y le obsequió con una buena caricia en las costillas.

Retrocedió de un salto y contraataco, pero Luke desvió la hoja con un golpe de su escudo.

—Madre mía, Percy —dijo en tono de reproche—. Estás en baja forma.

Volvió otra vez a la carga y lanzó un mandoble a la cabeza. Percy lo paró y ensayó una estocada, pero él se hizo a un lado sin problemas.

El corte en las costillas le dolía y el corazón le latía enloquecido. Cuando Luke embistió otra vez, saltó hacia atrás y se sumergió en la piscina. Giró bajo el agua, creando un torbellino, y salió desde el fondo disparado directamente hacia él.

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