extra.- La familia en Montauk

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Había un gran silencio, lo único que se escuchaba en la casa eran las olas en la playa y la película que estaba viendo el adulto en la sala de estar. Era una tranquilidad inusual cuando que trataba de esa familia.

—Amor ¿Dónde están los niños? —pregunto la castaña, levantando la vista del diseño que plasmaba en las hojas de su cuaderno.

—¿Los niños? Ellos están...

La puerta de la entrada se abrió de golpe tras un relincho.

—En la puerta —dijo el pelinegro dejando de mirar los piratas de caribe unos segundos para sonreírle a su esposa.

—¿Por qué hay un caballo en la entrada? Lynn, quiero una explicación más creíble que la ultima.

Como lo escuchaste. No es la primera vez que la niña aparecía con un caballo en la casa y no le pertenecía. Esos días eran relativamente tranquilos para la familia Jackson-Glykó.

La niña que acariciaba la cabeza del caballo se quedo estática. Le sonrió inocentemente a su madre. Tenia el cabello atado en una trenza, un peinado que se había vuelto la especialidad de Percy tras hacérselas a su hermana y a su ahora esposa durante años.

—¿Me siguió? —más que respuesta, sonó a pregunta.

—¿Enserio?... ¿Cómo te subiste? —le cuestiono a su hijo de seis años que estaba en el lomo del animal.

Frente a ella, con las sonrisas más inocentes que había visto en la vida estaban sus dos hijos. Lynn Zoë Jackson-Glykó era la copia femenina de Percy, excepto por los ojos que eran los de Rocío. Su mellizo por otro lado, Charles Luke Jackson-Glykó, era la versión masculina y pequeña de Rocío, pero con ojos verdes como el mar.

Gracias a los dioses ninguno había sacado los poderes de manipular armas de Rocío, pero no podían decir lo mismo de Percy y la habilidad de crear arcoíris de la hija de Iris.

Pero eran un pequeño dúo peligroso, mientras Charlie distraía a sus padres, Lynn metía animales a la casa. Un día tuvieron a un gato llamado Blue durante casi medio año. Aunque cambiaban de roles cuando querían robar galletas azules de la cocina.

—Me trepe —dijo emocionado el pequeño haciendo un arcoíris sobre su cabeza mientras Percy paraba la película y lo bajaba del caballo.

—Perdón ¿De qué terrones habla? —pregunto Percy al caballo—... Si, es mejor que se vaya, gracias por la visita.

El caballo café retrocedió y se fue galopando por donde había venido junto a los niños.

—¿Dónde lo encontraron?

—Atrás. Estábamos recolectando flores y lo encontramos —dijo el pequeño mostrando la única margarita que había sobrevivido al paseo.

El cielo se estaba comenzando a oscurecer y como no si eran pasadas las siete de la tarde.

—¡Por Hestia, huelen a establo! Rápido, a bañarse —declaró Rocío.

—Pero...

—Dos juguetes cada uno —aceptó Percy—. Yo me encargo de estos pececitos —le dijo a su esposa puntuando la frase con un pequeño beso.


***


Eran cerca de las cinco de la mañana y un pequeño quejido seguido una aguda voz llamándolo hicieron que el hijo de Poseidón se tallara los ojos y cambiara de destino.

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