xv.- Nunca vayas al Palacio de las Camas de Agua Crusty

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Fue idea de Annabeth. En Las Vegas los hizo subir a un taxi como si realmente tuvieran dinero y le dijo al conductor:

—A Los Ángeles, por favor

El taxista mordisqueó su puro y les dio un buen repaso.

—Eso son quinientos kilómetros. Tendrán que pagarme por adelantado.

—¿Acepta tarjetas de débito de los casinos? —preguntó Annabeth.

Se encogió de hombros.

—Algunas. Lo mismo que con las tarjetas de crédito. Primero tengo que comprobarlas.

Annabeth le tendió su tarjeta verde LotusCash. El taxista la miró con escepticismo.

—Pásela —le animó Annabeth.

Lo hizo. El taxímetro se encendió y las luces parpadearon. Marcó el precio del viaje y, al final, junto al signo del dólar apareció el símbolo de infinito. Al hombre se le cayó el puro de la boca. Volvió a mirar a los niños, esta vez con los ojos como platos.

—¿A qué parte de Los Ángeles... esto, alteza?

—Al embarcadero de Santa Mónica —Annabeth se irguió en el asiento, muy ufana con lo del apodo—. Si nos lleva rápido, puede quedarse el cambio.

El cuentakilómetros del coche no bajó en ningún momento de ciento cincuenta por el desierto del Mojave.

En la carretera tuvieron tiempo de sobra para hablar. Percy les conto de su último sueño, pero los detalles se volvieron borrosos al intentar recordarlos, por lo que no había mencionado la aparición de Rocío, y ella (que estaba sentada en las piernas de Annabeth) se había quedado callada esperando acabar con la misión y hablarle a Luke sobre sus sueños.

—¿El Silencioso? —sugirió Annabeth—. ¿Plutón? Ambos son apodos para Hades

—En realidad —comenzó Rocío llamando la atención de sus amigos—... Plutón es el nombre romano de Hades, no es un apodo como tal... yo lo considero como su segundo nombre

—¿No era un planeta? —pregunto Percy

—Tu padre también puede ser un planeta si lo piensas bien. Hijo de Neptuno o Poseidón ¿Cuál prefieres más? —añadió Rocío encogiéndose de hombros

—Nos desviamos del tema —dijo Grover—. Y ese salón del trono se asemeja al de Hades. Así suelen describirlo.

—Aquí falla algo. El salón del trono no era la parte principal del sueño. Y la voz del foso... No sé. Es que no sonaba como la voz de un dios.

Annabeth y Rocío se miraron con los ojos completamente abiertos.

La menor rogaba en su interior estar equivocada y que todo lo que sucedía fuera culpa de Hades. Si apenas tenían oportunidades contra un dios, ni hablar del tipo del foso.

—¿Qué piensan? —pregunto el pelinegro

—Eh... nada. Sólo que... No, tiene que ser Hades. Quizá envió al ladrón, esa persona invisible, por el rayo maestro y algo salió mal...

—¿Como qué?

—No... no lo sé —dijo—. Pero si robó el símbolo de poder de Zeus del Olimpo y los dioses estaban buscándolo... Me refiero a que pudieron salir mal muchas cosas. Así que el ladrón tuvo que esconder el rayo, o lo perdió. En cualquier caso, no consiguió llevárselo a Hades. Eso es lo que la voz dijo en tu sueño, ¿no? El tipo fracasó. Eso explicaría por qué las Furias lo estaban buscando en el autobús. Tal vez pensaron que nosotros lo habíamos recuperado —Annabeth había palidecido

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