i.- Siempre busca taxistas con ambos ojos

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—¿Llevas todo? ¿suficientes dracmas?

—Papá, estaré bien. Solo debo caminar unas calles y me iré con Annabeth

Arturo Glykó era un hombre alto de pelo castaño y ojos marrones. Era bastante divertido y muy sociable gracias a su trabajo de fotógrafo.

—Bien. Cuando llegues al campamento me debes llamar ¡y nada de buscar monstruos para pelear!

Rocío asintió, recibió un beso en la cabeza de parte de su padre y comenzó a dirigirse a la salida del parque, se acomodó la mochila y una vez en las calles comenzó a caminar por el centro de Manhattan.

Su padre había tenido una propuesta de trabajo en Manhattan por lo que habían tenido que viajar a Nueva York.

Metida en sus pensamientos sobre decirle a Annabeth que iba demorar un poco y pasar a visitar a Percy, una explosión regreso a Rocío a la realidad, sonaron unas sirenas y una voz confusa por megafonía. Rocío comenzó a correr en la dirección de un camión de bomberos que iba hacia una escuela un par de calles hacia delante.

Una escuela explotando de la nada, sonaba a problemas mitológicos.

Llegando al callejón de la calle Church, alguien la jalo al interior del lugar.

—¿Dónde tienes la cabeza? —pregunto tanteando el aire al ver que algo invisible le había tomado la mano

—Hola —saludo Annabeth cuando Rocío le quito la gorra—. Cambio de planes, Percy vendrá con nosotras y lo acompaña un ciclope

—Ah vale, yo tenía pensado pasarme por su casa antes de... ¿Cómo que viene un ciclope? ¡Annabeth!

La rubia se encogió de hombros y se acercó a la entrada del callejón justo cuando llegaban Percy y Tyson. Rocío tiro del chico y le dio un pequeño golpe en la nuca

—¿Por qué? —pregunto sobando la parte golpeada

—Eso por causar una explosión. Esto porque me alegra verte vivo —le dio un pequeño abrazo—. Y esto porque sinceramente te vez ridículo —agrego entregándole la camisa a cuadros que traía atada a la cintura

—¿Dónde lo encontraste? —preguntó Annabeth, señalando a Tyson.

—Es amigo mío —contesto Percy colocándose la camisa

Se veía muy ridículo. Pantalones cortos azul celeste y desgarrados, una camiseta desteñida de colores variopintos y una camisa a cuadros azul

—¿Es un sin techo?

—¿Qué tiene eso que ver? Puede oírte, ¿sabes? ¿Por qué no se lo preguntas a él?

—¿Sabe hablar? —se sorprendió Rocío

—Hablo —reconoció Tyson—. Tú eres preciosa —le dijo a Annabeth—. Tú eres la chica de la foto de Percy. Él tenía razón, tus ojos son muy bonitos —agrego mirando a Rocío

—¿De dónde sacaste una foto mía?

—¿Podemos hablar de eso en otro momento? —se excusó sonrojado

—¡Puaj! ¡Asqueroso! —exclamó Annabeth apartándose de Tyson, quien intento tocar su cabello

—Tyson —dijo Percy con incredulidad mirando las manos de él—. No tienes las manos quemadas

—Claro que no —dijo Annabeth entre dientes—. Me sorprende que los lestrigones hayan tenido las agallas de atacarte estando con él.

—¿Lestrigones? Dioses, esto no puede empeorar

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