x.- Percy se pelea con el primo de Santa Claus

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—Avísame cuando esto haya terminado —dijo Thalia, apretando los párpados.

La estatua los sujetaba con fuerza; no podían caer, pero aun así ella se aferraba a su brazo de bronce como si le fuera la vida en ello.

—¡Tranquila, Thalia! ¡No vamos tan alto! —exclamó Rocío.

—¿Cómo sabes? —preguntó ella

—Porque Percy patea nieve —admitió Rocío viendo a su mejor amigo derriban la nieve de un pico con el pie.

—¡Estamos en las Sierras! —gritó Zoë. Ella y Grover volaban en brazos de la otra estatua—. Yo he cazado por aquí. A esta velocidad, llegaremos a San Francisco en unas horas.

Rocío tragó grueso.

—¡Ah, qué ciudad! —suspiró un ángel—. Oye, Chuck, ¿por qué no vamos a ver a esos tipos del Monumento a la Mecánica, ese grupo escultórico de bronce que hay en el centro de la ciudad? ¡Ésos sí que saben divertirse!

—¡Ya lo creo, chico! —respondió el otro—. ¡Decidido!

—¿Ustedes han visitado San Francisco? —preguntó Percy.

—Los autómatas también tenemos derecho a divertirnos de vez en cuando —repuso su estatua—. Los mecánicos nos llevaron al Museo Young y nos presentaron a esas damas esculpidas en mármol, ¿sabes? Y...

—¡Hank! —lo interrumpió Chuck—. ¡Que son niños, hombre!

—Ah, cierto. —Si las estatuas de bronce pueden sonrojarse, Hank lo habría hecho—. Sigamos volando.

Aceleraron. Era evidente que los dos ángeles estaban entusiasmados. Las montañas se fueron convirtiendo en colinas y pronto empezamos a sobrevolar tierras de cultivo, ciudades y autopistas.

Grover tocaba sus flautas para pasar el rato. Zoë, aburrida, se puso a lanzar flechas a las vallas publicitarias que desfilaban a nuestros pies. Cada vez que pasaban un gran centro comercial (y los vieron a docenas), ella le hacía unas cuantas dianas al rótulo de la entrada a ciento sesenta por hora.

—¿Qué más puedo poner? —preguntó Rocío mirando su libreta—. Ya puse que todo se lo heredo a Lani y a Annabeth... Percy debo tener algunos pines azules en mi casa ¿Te los heredo?

Percy se encogió de hombros.

—¿Estás haciendo tu testamento? —cuestiono Thalia

—Tranquila, te heredare esta hermosura —aclaró alzando la muñeca donde tenía su pulsera mágica.

Percy y Thalia siguieron hablando del encuentro con la mortal llamada Rachel Elizabeth Daré, pero Rocío estaba más interesaba en decidirse si heredarle su navaja multiusos a los Stoll o a Nico.


* * *


—¿Dónde quieren aterrizar, chicos? —preguntó Hank, despertandolos de una pequeña siesta.

Miraron hacia abajo (Thalia no lo hizo).

—Tal cual como lo dejé —murmuró Rocío mirando su ciudad natal

Era una ciudad muy bonita: una especie de Manhattan más pequeño y más limpio, rodeado de colinas verdes. Había una gran bahía, barcos, islas y botes de pesca, y el puente Golden Gate destacaba entre la niebla.

—Allí —propuso Zoë—. Junto al edificio Embarcadero.

—Buena idea —dijo Chuck—. Hank y yo podemos camuflarnos entre las palomas.

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